SANTO DOMINGO. Ninguno de los altos próceres de América que, en su lucha por la libertad se agigantaron, ha sido tan detractado y tan injustamente negado como Juan Pablo Duarte, en vida y en muerte”, escribió el historiador Vetilio Alfau Durán, considerado por su homólogo Juan Daniel Balcácer como uno de los profundos conocedores del proceso histórico del pueblo dominicano.
Aunque mayoritariamente el legado de Duarte es resaltado, en la actualidad, como ocurrió en el pasado, suelen alzarse voces que cuestionan su trayectoria y sus aportes en el forjamiento de la patria dominicana.
En la obra “Vicisitudes de Juan Pablo Duarte”, Balcácer escribió: “Duarte es un singular ejemplo de devoción y entrega de la libertad de nuestro pueblo: por los riesgos y peligros que afrontó en el decurso de esa lucha redentora; por los innumerables obstáculos que superó a lo largo del proceso independentista; por el alto precio político y militar que pagó al no brindarse para que su liderazgo se convirtiera en fuente de discordia entre sus compatriotas, y, sobre todo, por el injusto olvido al que fueron relegadas su vida y su obra pública, por virtud del caudillismo y el desmedido culto a la personalidad imperantes en la sociedad dominicana desde los tiempos de la Primera República Dominicana”.
El autor, presidente de la Comisión Permanente de Efemérides Patria, recordó que el destierro fue el precio más alto que Duarte y su familia pagaron por su vertical posición nacionalista.
“Sin embargo, no fueron los haitianos quienes expatriaron al Padre de la Patria, sino un grupo de sus propios por quienes también luchó para que vivieran al amparo de régimen republicano y auténticamente democrático”, precisó.
Desde la perspectiva del historiador, “esa amargura debió tener un severo impacto en la psiquis del Patricio y, probablemente, originó una profunda depresión que le indujo a mantenerse aislado del país durante cuatro lustros”.
Obra independentista
Debido a que tuvo que exiliarse, dada la persecución a que lo sometió el régimen haitiano, sin la presencia física de Duarte se produjo la declaración de la Independencia Nacional la noche del 27 de febrero de 1844.
Entonces, la amurallada ciudad de Santo Domingo se conmovió al estallar el trabucazo disparado por el prócer Matías Ramón Mella ante las personas congregadas para presenciar el acontecimiento que cambió el rumbo de la vida isleña.
Con aquel acto heroico culminaban varios años de trabajo arriesgado, emprendido por una joven generación encabezada por Duarte y Diez, quien organizó la resistencia contra la dominación haitiana con la fundación de La Trinitaria y otras sociedades, las cuales le permitieron encauzar el descontento provocado por el poderío de 22 años.
Aunque el inspirador de la liberación de la parte Este de la isla no estuvo presente en el acto, tuvo un papel notable Francisco del Rosario Sánchez. Allí mismo, después de que el patriota pronunció la expresión “Dios, patria y libertad”, los presentes exclamaron “¡Viva Juan Pablo Duarte!”, recordando al ideólogo de la separación.
Tras la proclamación de la Independencia, empezó para Duarte el calvario que lo llevó a la cárcel del gobierno satanista y luego a un prolongado exilio.
Balcácer recordó que a partir de septiembre de 1844 “el nombre de Duarte devino sinónimo de palabra infame y, por virtud del personalismo que entonces imperó en el país, durante 40 años no se le mencionó ni reconoció mérito alguno”.
Según planteó el historiador José Chez Checo, en el libro “Duarte revisitado”, el héroe “ha sido el dominicano más excelso que ha nacido en lo que hoy es República Dominicana”.
“Fue un visionario, un gran estratega, y un humanista cuyo gran valor esencial fue confiar en que los dominicanos eran capaces de constituirse en un estado libre, soberano e independiente, contrario a muchos otros que pregonaban que eso no era posible y que, por tanto, el país debía cobijarse bajo la sombra, ya en forma de protectorado ya de anexión, de países como Francia, España, Inglaterra o Estados Unidos”, dijo el autor.
Imágenes de Duarte
En el libro “
Los espejos de Duarte”, Pablo Mella hace minuciosos análisis sobre las estrategias discursivas a través de las cuales se han proyectado las diversas imágenes del prócer.
“Existe suficiente evidencia documental y consenso historiográfico para afirmar que Duarte fue un desconocido para el conjunto de la sociedad dominicana hasta 1884. Además de algunos de sus familiares, especialmente su hermana Rosa Duarte, solamente un grupo de letrados —capitaleños para más señas— mantenía un recuerdo de su persona y lo consideraba el “Padre de la Patria”, afirmó el sacerdote y doctor en filosofía
El autor de la obra, laureada con el Premio Anual de Ensayo 2013, afirmó que esos letrados, entre los que menciona a José Gabriel García, Fernando Meriño, Emiliano Tejera, Félix María del Monte y Federico Henríquez y Carvajal, decidieron –en la primera mitad de la década de los 80 del siglo XIX– articular una campaña de construcción de la imagen de Duarte como único padre de la patria dominicana”.
Argumentó que en esa tentativa esos eruditos padecieron la resistencia de parte de otros actores políticos del momento hasta cierto punto más influyentes que ellos, lo que ocasionó en la historiografía dominicana oficial el inicio de la conocida “crítica histórica”, que Roberto Cassá, en sus reflexiones metahistóricas sobre el mismo asunto, denomina de manera más acuciosa “revisionismo histórico”.
Vida del prócer
Juan Pablo nació el 26 de enero de 1813 y fue bautizado el 4 de febrero del mismo año en la iglesia de Santa Bárbara, en Santo Domingo. Era hijo de Juan José Duarte y de la señora Manuela Diez.
La amplia historiografía sobre el patriota cuenta que gran parte de su formación académica e intelectual fue de carácter particular. La instrucción primaria la obtuvo en el hogar y después en una escuela del profesor Manuel Aybar.
“Ya adolescente recibió instrucción privada, lo mismo en idiomas que en Filosofía, Derecho Romano y otras disciplinas sociales, a cargo de reconocidos profesores e intelectuales de la talla de Augusto Brouard, Mr. Groot, Manuel María Valencia y, muy en especial, del doctor Juan Vicente Moscoso, quien fuera rector de la Universidad de Santo Domingo, que fue clausurada por los haitianos a poco de comenzar el período llamado Dominación Haitiana”, expresó Balcácer en el libro “Duarte revisitado”.
El prosista señala que Duarte legó a la posteridad unos escasos escritos (pues casi todos sus papeles tuvieron que ser destruidos cuando en 1843 fue perseguido por los haitianos) a través de los cuales se evidencian diáfanamente la solidez y contundencia de sus concepciones político-ideológicas, gracias a las cuales estructuró lo que suele denominarse como el pensamiento político de Duarte.
“Duarte fue un hombre en el sentido normal de la palabra: enamorado, amante y suponemos que apasionado. No procreó descendencia conocida, porque como otros grandes auténticos revolucionarios, consagró su vida a la causa nacional, la que absorbió sus otros aspectos familiares”. José Miguel Soto Jiménez.
“Cosas de la carne”
Acerca de la vida del prócer, el autor Miguel Soto Jiménez ha expresado: “¿Era bailador el Patricio como Bolívar o Mon Cáceres? ¿Le gustaban los tragos, como se dice de Mella o Florentino? ¿Las cosas finas, como a Washington? ¿Era muy enamorado, como Sánchez, Perdomo, Jefferson o el mismo Libertador?”
“A nosotros no nos cabe duda de que Duarte sentía gran atracción por el bello sexo, no sólo por lo que se habla de las novias de Duarte en los apuntes de su hermana Rosa, quien cuida la memoria de su hermano defendiéndolo contra los prejuicios de su época, en la cual las mujeres eran tan recatadas que, teniendo la vocación de criptógamas, solían serlo más si eran como las “jamonas” de otros tiempos”, ha argumentado en el mencionado texto “Duarte Revisitado”.
El exsecretario de las Fuerzas Armadas expresó que por eso Rosa Duarte habla con cuidado de los amores de su hermano.
“Cabe pensar en cómo fueron los amores clandestinos de Duarte en San José de los Llanos o el fogaraté que se siente en las líneas de su ensayo de diario en Alemania, cuando habla de esas mujeres rubias cuya alusión sin duda alguna descompone su pretendida indiferencia por esas cosas banales de la carne”, agregó.
Manifestó, además: “Duarte fue un hombre en el sentido normal de la palabra: enamorado, amante y suponemos que apasionado. No procreó descendencia conocida, porque como otros grandes auténticos revolucionarios, consagró su vida a la causa nacional, la que absorbió sus otros aspectos familiares”.
Apuntes de Rosa
Para conocer a Juan Pablo, son fundamentales los llamados “Apuntes de Rosa Duarte”, donde su hermana relata episodios importantes relacionados a su lucha independentista y a otros aspectos.
“Rosa Duarte figura en la historia como una de las mujeres que estuvieron al tanto de los secretos revolucionarios de los patriotas independentistas, para los cuales supo convertir en balas las planchas de plomo que había en el almacén de su padre, y a su acuciosidad y a su amor debe la historia nacional el valioso códice que se conoce con el nombre de ‘Diario de Rosa Duarte’”, escribió Vetilio Alfau Durán en su texto “Mujeres de la Independencia”, de la colección de Cuadernos populares 2, divulgada por el Archivo General de la Nación.
Añadió que la hermana del prócer “conservó siempre en su corazón un ardiente amor al suelo donde se meció su cuna, por cuya libertad derramó amargas lágrimas, sufrió persecuciones, perdió sus bienes, sufrió destierro perpetuo en unión de su madre, de sus hermanas, hermanos y sobrinos, y perdió las ilusiones de su juventud al perder su novio, acosado y perseguido y al fin fusilado junto a las tapias del cementerio de El Seibo, donde se meció la cuna de su madre, el 11 de abril de 1855”.