lunes, 21 de noviembre de 2016

@DomClassArtists “Operas and Songs” Francisco Casanova & Friends

Proudly Presents:

“Operas and Songs” Francisco Casanova & Friends

When: December 15th, 2016 at 7:00 PM

Where: Aaron Davis Hall, City College of New York
160 Convent Avenue, New York, NY 10031
Francisco Casanova hails from the city of Santa Cruz del Seibo in the Dominican Republic, the youngest of a musical family, all of whom sang and played an instrument. He studied singing at the National Conservatory of Music of Santo Domingo with tenor Rafael Sánchez-Cestero, and since 1990 with famous Italian tenor Maestro Pier Miranda Ferraro of Milan, known as the great interpreter of Otello, amongst many other roles.

Praised for his expressive bel-canto style, Francisco Casanova has sang for 25 years in the great theaters of the world. He was honored with the Beniamino Gigli d’Oro (Recanati 2004) and the Beniamino Gigli d'Oro (Helsinki 2007), being the first non-Italian singer ever to receive this particular award.

Francisco Casanova is a frequent guest artist in the major opera houses of the world, appearing at the Metropolitan Opera, La Scala in Milan, the Vienna Staatsoper, the Israeli Opera and the opera houses of Oviedo, Gijón, Dresden, Mallorca, Bogotá, Buenos Aires, Bologna, Vilnius, Bilbao, Genoa, Las Palmas among many others.

On December 15 come join us an be delighted of operatic music by el Maestro Francisco Casanova & his friends Brianne & Yumi.

Soprano, Brianne Rebekah Roney made her solo debut with Rimrock Opera in Billings, Montana as Flora in La Traviata. Most recently, she sang the title role in Tosca with Valley Lyric Opera in Sharpsville, PA.

Performances include Madama Goldentrill in The Impresario, the Witch in Hansel and Gretel, Tisbe in La Cenerentola, the Mother in Amahl and The Night Visitors, Laeticia in The Old Maid and The Thief. Concert credits include alto soloist in Handel’s Messiah and soprano soloist in Ralph Vaughan Williams’ Hodie. Ms. Roney has placed in the Rocky Mountain Regional Metropolitan Opera National Council Auditions. A Wyoming native, Roney attended Montana State University-Billings on a full-ride tennis scholarship where she earned her degree in Vocal Performance. Ms. Roney taught at Northwest College in Wyoming after graduate studies at the University of Wyoming before moving to New York City where she studies with Maestro Francisco Casanova.



Born in Southern California, pianist Yumi Hashimoto has performed as a soloist, collaborative pianist and vocal accompanist all around Southern California and New York City.

With a passion for vocal music and musical theater, Yumi has worked as an accompanist from an early age, directing musical theater productions in high schools and community theaters and has been working extensively with classical singers in the last several years all around New York City. Yumi holds a Masters Degree in classical piano from the Manhattan School of Music and Bachelor's Degree from California State University, Dominguez Hills.
Association of Dominican Classical Artists (ADCA)dominicanclassicalartists@gmail.com

El cisma que creó Trump | ENRIQUE KRAUZE

El cisma que creó Trump

Si gana el candidato republicano, habrá un riesgo mayor para la democracia, porque intentará convertirse en el primer dictador de la historia estadounidense. El daño a la nación ya está hecho: un cisma político y social tan grave como el de la Guerra Civil

Gane quien gane, el daño está hecho, y es inmenso. Nunca, en 240 años de continuidad, la democracia estadounidense corrió un riesgo semejante. La Guerra Civil de 1861 a 1865 tuvo un saldo de casi 800.000 muertos, pero su origen no fue un conflicto en torno a la democracia sino al pacto federal, desgarrado entre dos bandos irreconciliables por el tema de la esclavitud. La crisis actual dejará un cisma no menos grave: un cisma político, social, étnico, cultural y a fin de cuentas moral, que solo el tiempo, los cambios demográficos, el relevo de las generaciones y una sabiduría política suprema podrán, quizá, reparar.
Las teorías de cómo pudo llegar Estados Unidos a este extremo llenarán bibliotecas. Se argumentarán causas económicas, efectos perversos de la globalización, irrupción de zonas profundas e irracionales en el pueblo estadounidense (racismo, xenofobia, “supremacismo” blanco, aislacionismo), rechazo de los políticos y hartazgo de la política. Todas son válidas, pero ninguna se equipara al efecto letal que tiene en un pueblo —efecto comprobado una y otra vez en la historia— de abrir paso a un demagogo.
Todos los demagogos que aspiran al poder o lo alcanzan son iguales, aunque sus filiaciones ideológicas sean distintas y aun opuestas. Como su raíz lo indica, irrumpen en la escena pública a través de la palabra que halaga al pueblo. En nuestro tiempo, el medio específico es la televisión, que convirtió a Trump en una “celebridad” mucho antes de que soñara con contender para la Casa Blanca. Una vez posicionado, el demagogo (primero en creer en su advocación) esparce su venenoso mensaje que invariablemente comienza por dividir al pueblo entre los buenos (que lo siguen) y los malos (que lo critican). Más ampliamente, los malos son “los otros”. En el caso de Trump, los mexicanos (violadores, asesinos), los afroamericanos, los musulmanes, los discapacitados, los que no nacieron en Estados Unidos (sobre todo si tienen la piel oscura) y las mujeres, esa mitad del electorado que ha dicho “respetar como nadie” pero que en realidad desprecia como nadie.
El demagogo divide al pueblo entre los buenos (los que le siguen) y los malos (los que le critican)
A partir de ese daltonismo político y moral, todo demagogo recurre a la teoría conspiratoria: “Detrás” de los hechos, en la penumbra, trabajan los poderes que urden la aniquilación de los buenos y la entronización de los malos. Para “probar” su teoría no es necesaria ninguna evidencia. Más aún, las evidencias estorban. Para los adeptos, proclives a creerle todo, sus elucubraciones son dogmas, artículos de fe. Y así se va abriendo paso una mentalidad no solo ajena sino opuesta a la razón, la demostración empírica, la verdad objetiva.
Para el demagogo la verdad es algo que se siente, se intuye, se decreta, se revela, no algo que se busca, demuestra, refuta o verifica. Lo que importa es el discurso de la emoción, de la pasión, que con facilidad deriva en la insidia, el insulto, la descalificación, la violenta condena de quien piensa distinto. Analizando la cuenta de Twitter de Trump, The New York Times compiló 6.000 insultos, todo un récord de excrecencia.
El sustrato psicológico habitual del demagogo es triple: megalomanía, paranoia y narcisismo. Tres palabras significativas (o sus equivalentes) no faltaron nunca en las histéricas concentraciones de Trump: “Grande” (big, bigly, greathuge);“enemigos” acechantes (China, México, el islam) y, por supuesto, la palabra clave: YO (o su hipócrita sinónimo: NOSOTROS). De la combinación de las tres el demagogo arma su monótono mensaje: solo YO os haré grandes y enfrentaré a los enemigos, solo YO sé cómo instaurar un orden nuevo y grandioso sobre las ruinas que los enemigos dejaron. La historia comienza o recomienza conmigo. El borrón y cuenta nueva es otro rasgo distintivo del demagogo.
El ‘presidente Trump’ convertiría su mandato en un interminable reality show
Lo que sigue siempre, en el camino del demagogo, es el asalto a las instituciones republicanas y democráticas. Trump no respetó (y seguramente no respetará, gane o pierda) una sola: fustigó a la prensa supuestamente “vendida” a las élites, sugirió que tomaría acciones contra los medios que lo han criticado, expresó de mil formas su desprecio por el sistema judicial: encarcelaría a Hillary, alentaría la práctica de la tortura, forzaría la elección de una persona conservadora para llenar el puesto vacante en la Suprema Corte, lo cual provocaría un retroceso de décadas para toda la legislación liberal (incluida en primer término la reforma migratoria).
El presidente Trump (y aún no creo que he escrito estas tres palabras) daría la mayor latitud posible al poder ejecutivo: destruiría probablemente o minaría a la OTAN, desquiciaría el orden mundial, acosaría dramáticamente a México (su chivo expiatorio). En el frente interno, intentaría gobernar al margen del Congreso y convertir su presidencia en un interminable reality show, un litigio en el que él, y solo él, al final, gana. El Grand Old Party, el antiguo gran partido, ha sido otra institución arrasada por ignorar las enseñanzas de los Founding Fatherssobre el riesgo de las tiranías. No se repondrá fácilmente de haberse convertido en un indigno títere de Trump. Pero quizá la institución más lastimada sea la propia democracia cuyo mecanismo esencial, el sufragio confiable, Trump —en un acto sin precedentes— ha puesto en entredicho, y cuya premisa fundamental —la convivencia cívica, el respeto elemental hacia el otro y lo otro— ha pisoteado.
El daño está hecho, el cisma es profundo, pero en el caso de que gane Hillary la democracia resistirá con menor dificultad. A Trump lo habrá vencido su soberbia, su pasado borrascoso, su actitud irredimible, todas las facetas de su execrable persona, expuestas por dos protagonistas colectivos que habrán salvado el honor de esa confundida nación: la prensa escrita (sobre todo The New York Times y The Washington Post) y las mujeres que lo han denunciado. El instinto natural de libertad, aunado a la experiencia histórica, permitiría en este caso abrigar esperanzas en una recuperación progresiva de una vida cívica normal que abra paso a nuevos liderazgos en ambos partidos y dé inicio a un proceso de honda retrospección nacional que permita vislumbrar un futuro digno del sueño americano.
¿Y si gana Trump? Entonces Estados Unidos estará —como ellos mismos dicen, utilizando una frase extraída del béisbol— frente a “un juego totalmente nuevo”. El riesgo de supervivencia democrática será mucho mayor porque Trump intentará ser, con toda probabilidad, el primer dictador de la historia estadounidense. Un país dividido reeditará, con menos violencia pero con igual encono, el momento más oscuro de su historia, el cuatrienio terrible de la Guerra Civil.
Enrique Krauze es escritor y director de la revista Letras libres.

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La derecha elimina a la primera a Sarkozy como candidato al Elíseo

La derecha elimina a la primera a Sarkozy como candidato al Elíseo

El exjefe del Estado sufre una humillante derrota en la primera vuelta de las primarias de su partido

El expresidente francés Nicolás Sarkozy y su esposa, Carla Bruni-Sarkozy, salen de un despacho de voto durante la primera vuelta de las elecciones primarias. IAN LANGSDON / ATLAS
Nicolas Sarkozy sufrió este domingo la más humillante de las derrotas, la procedente de sus propias filas. El expresidente de Francia, que regresó en 2014 a la política activa con el objetivo expreso de reconquistar el Elíseo, ha sido eliminado en la primera vuelta de las primarias de la derecha para elegir candidato al Elíseo, superado por el exprimer ministro François Fillon, ganador inesperado de la jornada, y por su rival y también exprimer ministro Alain Juppé. La derrota de Sarkozy implica su retirada definitiva de la política.
Los sondeos han vuelto a equivocarse. A lo largo de toda la campaña, las encuestas coincidieron en dar por finalistas a Juppé, en primer lugar, y a Sarkozy, pero finalmente serán el exprimer ministro François Fillon, gran triunfador de la jornada, y el actual alcalde de Burdeos, los que disputarán el sprint final.
Sarkozy ha reconocido su derrota y ha anunciado que apoyará a Fillon. "Respeto y comprendo la voluntad de los electores de haber elegido para el futuro a otros candidatos. Quiero felicitar a Alain Juppé y François Fillon que se han clasificado. Son dos personalidades de gran calidad que hacen honor a la derecha francesa", ha dicho.
Como era de esperar, Sarkozy, exministro de Interior o Finanzas antes de conquistar el Elíseo en 2007, ha hecho toda una despedida de la política con tintes personales. Valoró "las duras pruebas"  que han tenido que superar sus hijos y su esposa, la cantante Carla Bruni, por vivir junto "a un hombre que levanta tantas pasiones". "Ahora espero levantar más pasiones privadas que públicas". "Adiós a todos", ha concluido.

LOS CONSERVADORES ESTRENAN FÓRMULA PARA VOTAR A SU LÍDER

Los conservadores franceses estrenaron ayer la fórmula de las primarias para elegir a su candidato al Elíseo. Los Republicanos —antes Unión por un Movimiento Popular (UMP) y primero Agrupación por la República (RPR, por sus siglas en francés)— optaron por esta fórmula como la más objetiva y democrática para dirimir las aspiraciones que tenían varios de sus históricos dirigentes para conducir al partido a la presidencia de la República, sobre todo el expresidente Nicolas Sarkozy y los ex primeros ministros François Fillon y Alain Juppé. Se trataba de primarias abiertas y, por tanto, en ellas podían participar todos los franceses que tienen derecho a voto. Solo existían dos condiciones: pagar dos euros y firmar la llamada Carta de alternancia, que implicaba el compromiso de “compartir los valores de la derecha republicana y del centro”. Resultó imposible evitar que votaran, en la primera o en las dos vueltas, simpatizantes o militantes de otros partidos. De hecho, cientos de votantes habituales de la izquierda hicieron saber estos días a través de las redes sociales su intención de participar, en la mayoría de los casos con la intención expresa de perjudicar a Sarkozy. El expresidente es quien más rechazo levanta en la derecha desde su mandato en el Elíseo (2007 a 2012). La segunda vuelta se celebrará el próximo domingo. El jueves, está previsto un debate televisado entre los dos finalistas, Fillon y Juppé. La izquierda celebró primarias abiertas en 2011 para elegir a su candidato. Las ganó François Hollande, seguido por la exministra Martine Aubry. Manuel Valls, el hoy primer ministro, solo consiguió el 5,3% de los votos en la primera vuelta. Participaron 2,6 millones de personas, mucho menos que ahora en la derecha.
Según el recuento de 8.400 mesas de un total de 10.229 mesas electorales, Fillon había logrado el 44% de los votos en una masiva participación que se acercó a los cuatro millones de electores. Juppé, con el 28%, ocupaba la segunda oposición y, en tercera, Sarkozy, con el 21%. Juppé confirmó que disputará la segunda vuelta: “He decidido continuar la lucha por todos los que creen en mí, en mis creencias y por la idea que tengo de Francia”.
Tanto Fillon como Juppé mantienen enconados enfrentamientos cruzados con el expresidente, lo que convierte el fiasco del exjefe del Estado en un trago aún más amargo. Estaba tan convencido de su victoria que, en los días anteriores a la votación, difundió por twitter mensajes como estos: “Os necesito. Cuento con vosotros. Percibo que voy a ganar. Vamos a ganar”.
Aún es peor para él que el ganador sea Fillon. Era su primer ministro y, como tal, tuvo que sufrir numerosos desplantes y menosprecios de Sarkozy, que le denominaba "colaborador" en tono despectivo.
Una clave de semejante tropiezo ha sido la participación, mucho más elevada que la prevista: alrededor de cuatro millones de votantes. En 2012, cuando Sarkozy perdió las elecciones presidenciales frente a François Hollande, fueron 16,8 millones de franceses los que apoyaron al líder conservador.
Todos los expertos en demoscopia señalaban que los militantes (unos 200.000) del partido conservador, Los Republicanos, eran partidarios de Sarkozy, pero mucho menos los simpatizantes, que se inclinaban por Juppé u otro de los siete candidatos que se han presentado a las primarias.
Probablemente, han sido esos simpatizantes los que han rechazado las propuestas tan radicales expuestas por Sarkozy a lo largo de esta campaña. Incluso votantes habituales de la izquierda han participado (un 15% de los votantes, según un sondeo para la cadena BFMTV) en estos comicios abiertos para, según dijeron en las redes sociales, impedir el paso a Sarkozy.
Los programas que han desgranado los siete candidatos han sido muy similares, propios del ala ortodoxa de la derecha. Todos han propuesto endurecer la contestada reforma laboral, acabar con el límite legal de 35 horas laborales por semana, reducir el gasto público, beneficiar fiscalmente a las empresas, retrasar la edad de jubilación (hoy en 62 años) o eliminar cientos de miles de empleos públicos.
Solo las propuestas ante el terrorismo y la migración les han distinguido y ahí es donde Sarkozy ha expuesto fórmulas muy similares a las del ultraderechista Frente Nacional. Lo hizo para atraerse a su electorado más duro, tentado de seguir engordando a los ultras, pero sobre todo porque, también según todos los sondeos en este caso, el candidato que salga de estas primarias será el que luche contra Marine Le Pen para hacerse con el Elíseo en la segunda vuelta de las presidenciales de la próxima primavera.
Sarkozy ha sido el aspirante que hizo las propuestas más propias de la extrema derecha
De los gritos de “presidente, presidente” en sus primeros mítines, sus colaboradores pasaron luego a estar preocupados por el rechazo que despertaba en un amplio sector de la sociedad. “Cuanto más aparece, más aumenta el rechazo social. Y habla tanto de sí mismo, centra tanto el debate en torno a sí mismo que, finalmente, estas primarias son un referéndum sobre Nicolas Sarkozy”, opinaba hace unas semanas el presidente de la empresa de sondeos Odoxa Gaël Sliman.
Pese a ser el más duro, tampoco se quedaron muy atrás el resto de aspirantes, con excepción de Juppé, el más prudente a sus 71 años. Fillon ha propuesto un referéndum sobre el reparto de cuotas de refugiados. Jean-François Copé quiere a los colegiales uniformados, cantando a diario el himno nacional y haciendo seis meses de servicio cívico. Y el democristiano Frédéric Poisson, contrario al matrimonio homosexual, ha celebrado el triunfo de Donald Trump como “una formidable oportunidad”.
Con estas primarias, la precampaña francesa queda oficialmente lanzada. El escenario que auguran las encuestas es el de la Francia más derechizada de la V República. El Elíseo se lo disputarán en mayo próximo la derecha y la ultraderecha. Por eso, los aspirantes conservadores han vendido sobre todo su capacidad para derrotar a Le Pen. “Soy el mejor situado para superar a Le Pen”, ha dicho el alcalde de Burdeos, Alain Juppé. “Yo sé cómo derrotarla”, ha contestado Sarkozy.
Para ganar, el candidato de la derecha necesitará votos del centro y la izquierda. En la izquierda, un solar derivado de las divisiones, las traiciones, las peleas, las corrientes, las venganzas… Sin candidato claro, y mientras François Hollande medita si entra o no en liza, los socialistas ya preparan la postderrota.
FE DE ERRORES
En una versión anterior de esta información se adjudicaba a Nicolas Sarkozy esta frase dirigida a Fillon: “Yo decido, él ejecuta". Esas palabras las pronunció Jacques Chirac en referencia a Sarkozy.

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