Procesos de paz (IV): un compromiso
Pacto de Punto Fijo: el largo camino de la democracia
El pacto fue resultado de un largo proceso de conversaciones y difíciles negociaciones entre los tres partidos a comienzos de 1957 (AD y URD permanecían en la clandestinidad) y el tercero Copei con dirigentes presos y sometido a una severa persecución contra su principal líder Rafael Caldera
PARA COMPARTIR
El viernes 31 de octubre de 1958 se suscribió el “Pacto de Punto Fijo” por los máximos representantes de los partidos Copei, Acción Democrática y Unión Republicana Democrática con el compromiso de preservar la estabilidad de la recién nacida democracia el 23 de enero del mismo año, tras el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez. No se trató de una simple declaración formal de las principales organizaciones políticas de aquel momento (con la exclusión del Partido Comunista de Venezuela), de cara a las elecciones generales convocadas para el mes de diciembre del mismo año.
El pacto fue resultado de un largo proceso de conversaciones y difíciles negociaciones entre los tres partidos a comienzos de 1957 (dos de ellos AD y URD permanecían en la clandestinidad) y el tercero Copei con dirigentes presos y sometido a una severa persecución contra su principal líder Rafael Caldera. En México en los análisis de la dirigencia adeca en el exilio; y luego de la derrota de la estrategia insurreccional planteada por la dirigencia desde La Habana, como respuesta al gobierno militar considerando que era el partido mayoritario, con mejor estructura organizativa y con apoyos de factores civiles y además con influencia directa en un sector militar opuesto al proyecto de Pérez Jiménez. En esa línea las acciones emprendida entre los años 50 y 52 no sólo fracasaron sino que significaron un alto costo para el partido con decenas de sus miembros detenidos, torturados y exiliados; y además la muerte de dos de sus figuras más representativas de la resistencia como Leonardo Ruiz Pinedas y Alberto Carnevali.
Luego, la consumación del fraude contra los resultados favorables a URD y Copei en las elecciones para la constituyente de 1956 despejaron el camino para los planes de los golpistas en el poder que se apuntalaba en una vistosa política de transformación urbanística de Caracas y la construcción de grandes obras (algunas de ellas derivada de proyectos de los gobiernos anteriores) y que transmitían la sensación cierta de un sendero de progreso y modernizacion apalancado en los altos precios del petróleo y una inmigración selectiva europea aventada por la Segundo Guerra Mundial.
HACIA LA UNIDAD
Era obvio entonces que se imponía la necesidad de unir esfuerzos en una lucha desigual para enfrentar a la dictadura ya no solo confiando en los resultados del inmediatismo y la apelación golpista tradicional si no que era necesario perfilar un camino mucho más difícil y riesgoso pero que permitiera la unidad operativa de los partidos incorporando también a factores sociales como trabajadores, empresarios y organizaciones de una naciente clase media. Tampoco existían condiciones para asegurar una segura compenetración y acuerdos entre los actores de la resistencia tomando en cuenta que sus enfrentamientos habían contribuido de alguna manera al derrocamiento de Gallegos en 1948 y los cuales se pusieron nuevamente de manifiesto en las elecciones del 52, cuando el AD llamo a la abstención, mientras que URD y Copei entendiendo lo difícil del esfuerzo, sin embargo convocaron al voto resultando ganadores en la consulta el 30 de noviembre del 52, que obligo a la estructura militar a declarar la dictadura abierta con la presidencia de Marcos Pérez Jiménez.
Si bien es cierto, que los partidos clandestinos en el interior del país promovieron algunos intentos para unificar fuerzas para el derrocamiento del régimen, estos inicialmente no obtuvieron ni si quiera discretos resultados, dada la férrea naturaleza del gobierno inspirado en “el nuevo ideal nacional”. En el exilio la dirigencia adeca encabezada por Rómulo Betancourt y Gonzalo Barrios iniciaba reflexiones de mayor alcance en relación a la naturaleza del gobierno que habría de sustituir al perezjimenismo tomando en cuenta la realidad nacional pero también los condicionantes externos de la época. De alguna manera, aquellas reflexiones definían el contenido que varios años después daría forma al “Pacto de Puntofijo” en el sentido que se trataba de un proyecto mucho mas allá de la salida del dictador y pensado en más largo plazo con el propósito de estabilizar la democracia en un terreno que no era precisamente propicio para ello.
1957 FECHA CLAVE
En el ámbito político nacional se creó natural expectativa por la convocatoria a las elecciones presidenciales según el artículo 104 de la constitución vigente que debían realizarse en 1957 para dar inicio a un nuevo periodo constitucional. La calma reinante hasta entonces se había deteriorado con los niveles extremos de represión de la Seguridad Nacional; la explosiva pastoral de la Iglesia del primero de Mayo y el desarrollo de las luchas en los niveles estudiantiles inicialmente en los liceos y luego con fuerza determinante, a nivel de universidades. Tales circunstancias facilitaron la creación de la Junta Patriótica estimulada por URD y el Partido Comunista y luego con la incorporación de Copei y finalmente de Acción Democrática. La confluencia unitaria fue concretada por un mensaje de Jóvito Villalba ya en Nueva York y luego de restablecidas relaciones con Betancourt a través del periodista Amílcar Gómez. De esta manera las primeras reuniones se realizaron en la residencia de Fabricio Ojeda en Coche (redactor de El Nacional en la fuente de Miraflores), José Vicente Rangel ambos también urredistas, Guillermo García Ponce del Partido Comunista de Venezuela y Enrique Aristeguieta Gramcko de COPEI; y finalmente la Junta Patriótica quedo conformada por Ojeda como presidente, García Ponce y Aristeguieta Gramcko y luego con la incorporación de Moisés Gamero de AD a los días sustituido por el dirigente universitario Silvestre Ortiz Bucarán .
La mascarada del plebiscito convocado por Pérez Jiménez para perpetuarse en el poder el 15 de diciembre de 1957; el estallido de la huelga universitaria que se extendió a todo el país; los acuerdos firmados por sectores laborales y empresariales; y los síntomas de descomposición militar la cual se hizo evidente con la sublevación de la Aviación en Maracay el 1 de enero de 1958, impulsaron la vigencia de la Junta Patriótica para enfrentar los acontecimientos ya previsibles del agotamiento del régimen. Como escribió Simón Sáez Mérida, entonces secretario general de Acción Democrática en la clandestinidad: “en esas circunstancias y ese cuadro político, para echar a Pérez Jiménez y su dictadura y alcanzar la restauración de la democracia y de las libertades políticas que reclamaba toda la nación, la única línea válida era la acordada dentro el seno de la Junta Patriótica. Era eso o nada.”
ENCUENTRO EN NUEVA YORK
Paralelamente, en aquellos días se reunían en Nueva York Betancourt, Villalba y ya Caldera exiliado, junto al empresario Eugenio Mendoza y gestiones del economista Enrique Carrillo Batalla (quien incluso promovió un encuentro entre Betancourt y López Contreras) para definir una estrategia de cómo debería ser un gobierno de democracia tripartita con participación empresarial y ampliamente participativo, en contraste con el gobierno monopartidista de Acción Democrática que condujo la caída de Gallegos en 1948. En esas reuniones se definió lo que habrían de ser las líneas generales de acuerdos de gobernabilidad recogidos en el “Pacto de Puntofijo”. En este sentido, suele criticarse la exclusión del PCV, pese a su activa participación en la resistencia y la fuerza demostrada en la movilizaciones de la transición democrática, pero en verdad, más allá de la alianza operativa de la Junta Patriótica nunca se considero que podría incorporarse un partido que mantenía una clara sujeción a la idolología comunista en el marco de la “Guerra Fría”. Incluso tres días antes de la firma en octubre del 58 Betancourt, Caldera y Villalba se reunieron con Gustavo Machado en “Villa Clarita“ la casa del historiador Luis Villalba Villalba para dejar en claro las razones por las cuales no se había incorporado a su organización, pese a reconocer su aporte en la etapa anti dictatorial.
El “Pacto de Puntofijo” fue una declaración general de cinco puntos para la consolidación del sistema democrático durante el siguiente quinquenio (1958-1963) que incluía la defensa de la constitucionalidad y el derecho a gobernar conforme a los resultados electorales; gobierno de unidad nacional es decir, considerar equitativamente a los partidos firmantes y además otros elementos de la sociedad en la formación del gabinete ejecutivo del partido que resultaba ganador; así como un programa mínimo común. Si bien en diciembre de 1960 URD abandono el acuerdo su estrategia siguió comprometida con el apoyo a la democracia y su líder Villalba fue aspirante presidencial en 1963; y Copei, pese a no participar en el acuerdo de 1964 entre AD, URD y el FND de Uslar Pietri, definió la línea de la “autonomía de acción (AA)”, pero con un claro apoyo a los postulados puntofijistas. Más que su duración en términos formales se trató de un compromiso en función de la estabilidad democrática que se cumplió pese a cambios de presidentes y distintas correlaciones parlamentarias, y con avances como la descentralización y la elección directa de gobernadores y alcaldes años después, hasta 1998 con la victoria de Hugo Chávez Frías con una propuesta de cambio no sólo de gobierno si no de las bases del régimen político de alguna manera consagrado en la Constitución Nacional Bolivariana de 1999.
EN SABANA GRANDE
La reunión y la firma del acuerdo del “Pacto de Punto Fijo” se realizo en la residencia de Rafael Caldera en las Delicias de Sabana Grande. El líder político explica: “es el nombre que pusimos mi novia y yo a la modesta casa donde fundaríamos nuestro hogar construida con un crédito de la “Previsora” sobre un solar que me regalo mi padre, en un sitio que en aquel momento no tenia calles pavimentadas; el nombre fue tomado del sitio más alto de la carretera vieja de San Felipe a Nirgua, de donde se contemplan a plenitud los arrolladores valles de Yaracuy. Los periodistas le colocaron ese nombre al pacto que se firmo en mi casa por yo estar quebrantado”. El acuerdo fue suscrito por Jóvito Villalba, Manuel López Rivas e Ignacio Luis Arcaya por URD; Rafael Caldera, Lorenzo Fernández y Pedro del Corral por Copei y Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Gonzalo Barrios por Acción Democrática. Previo a las elecciones presidenciales de diciembre de 1958 los tres candidatos: Betancourt (AD), Caldera (Copei) y Wolfgang Larrazábal (URD) ratificaron los enunciados de la declaración. Algunos de sus contenidos fueron asumidos por otras negociaciones políticas como el famoso “Pacto de La Moncloa”, en la transición española de los años 70.