El mito erótico de los noventa sigue vivo. Viajamos a Los Ángeles para descubrir la autenticidad (y el difícil carácter) de una de las actrices y modelos más bellas y polémicas de la industria.
30 DE MAYO DE 2015.
Pertenece al ideario colectivo y, por muy desaparecida que haya estado estos últimos años, seguramente no le cueste volver. Sharon Stone pide guerra pero no solo en el terreno cinematográfico. También en el dialéctico, en el estético y en el humanitario. La actriz, de 57 años, actúa en el filme Life on the Line (David Hackl; junto a John Travolta y sin fecha de estreno) y en la serie Agent X (TNT). «El éxito es poderoso, y yo me aprovecho de él para materializar proyectos, como esta producción que también financio y donde interpreto a la primera vicepresidenta de EE UU. Es una buena historia», nos asegura. ¿Y para su labor caritativa; también saca rédito de la fama? «No se trata de ser famoso, todos deberíamos ser altruistas. Es cuestión de humanidad», responde.
No suele perderse la gala anual de amfAR: la intérprete es miembro de esta asociación por la lucha contra el sida desde hace 20 años. Con ellos ha recorrido medio mundo y ha recaudado millones de dólares para la investigación de la enfermedad. Pero el rodaje en Los Ángeles de Mother’s Day (El día de la madre; de Paul Duddridge y Nigel Levy)–junto a Susan Sarandon y Christina Ricci– le impidió acudir la semana pasada a Cannes, donde se celebraba el acontecimiento. Stone también respalda el Movimiento por la Defensa de los Derechos Humanos y suele participar en subastas de caridad y para financiar la investigación del cáncer de mama.
Junto a Los vigilantes de la playa y el Wonderbra, forma parte de los iconos eróticos de los noventa. Y no solo por su cruce y descruce de piernas en Instinto Básico (1992; Paul Verhoeven). Ahí están las patadas de taekwondo en Desafío Total (Paul Verhoeven; 1990), las botas y pieles que pasea en Casino (Scorsese, 1995) o esa voz grave y seductora en Diabólicas (Jeremiah S. Chechik; 1996). «Me gustan todos los géneros de cine y todo tipo de directores. Suena raro decir que mis favoritos son los buenos realizadores, pero así es. Soy una actriz y con el tiempo tengo menos prejuicios a la hora de elegir papeles. No me importa qué tipo de película sea, siempre que se trate de una buena historia y que el equipo y el reparto estén entregados», confiesa.
Hoy es el paradigma de la edad bien llevada: Stone es imagen de la marca de gafas Alain Afflelou y de la farmacéutica Galderma, especializada en cosmética antiedad y rellenos faciales. De hecho, la actriz se ha embarcado en un experimento. Desde el pasado marzo está probando unas microinyecciones de ácido hialurónico y vitaminas del laboratorio. Sus supuestos beneficios: aportan elasticidad, hidratan y eliminan arrugas. La idea es mostrar el antes y el después.
¿Cree que las mujeres sienten más presión para ser guapas y jóvenes que los hombres?
¿A qué se refiere?
¿No teme el efecto Uma Thurman?
¿Qué efecto es ese?
Al parecer, la intérprete apareció con unas facciones desconocidas. Parte del público y de los medios lo achacaron a la medicina estética; otros, al maquillaje.
No voy a comentar habladurías de prensa rosa.
Pero mejor volvamos a la Sharon Stone en tercera persona. La voz grave y la actitud desafiante siguen ahí. Tiene silueta de modelo y actitud de it woman. Una búsqueda rápida en Internet lo confirma: faldas tubo por encima de la rodilla, pantalones pitillo, camisas desmangadas y escotadas; stilettos, piernas desnudas... Las comentaristas de estilo la persiguen. «Me gusta sentirme a gusto, por eso no compro prendas, joyas, ni zapatos incómodos. Y lo mismo pasa con mi cabello [ahora luce un pixie rubio]. Mi lema es ‘lleva lo que te haga sentir bien’. Con la moda no intento emular a otros, sino ser yo misma. Solo visto ropa que me defina». ¿Sus diseñadores favoritos? «Balenciaga es increíble. Tom Ford es sexy. Me encanta el cuero, así que adoro los modistos que elaboran buenas piezas con ese material, es muy cómodo. Gucci es fantástico. Givenchy, el diseñador más chic y listo del planeta. Y los muebles de Pucci son espectaculares», enumera.
Roza la sesentena pero su silueta es envidiable. Y atemporal. Conserva la postura erguida, la mirada desafiante y parte de la fibrosidad tonificada de sus 30 años. «El secreto para envejecer bien es divertirse. Rodearse de buenos amigos y deshacerse de la gente negativa y de los malos hábitos». Al parecer, se machaca en el gimnasio. «Me encanta hacer deporte. Nado mucho, cojo pesas, juego en la playa, monto a caballo, en moto, en bici; hago montañismo, trepo, corro detrás de mis hijos [tiene tres adoptados], juego al baloncesto y al béisbol, practico pilates y yoga y bailo hasta desfallecer. Tal vez por eso no tenga un culo enorme», bromea. No pierde el sentido del humor. Y eso a pesar de un accidente grave en 2001 que la dejo tartamuda y cojeando. «Sufrí un derrame cerebral masivo. He tardado varios años en recuperarme por completo. Es difícil volver al sector después de un parón así... Nadie me contrata a causa de esta ausencia», nos revela.
Tuvo que reaprender a leer. «Amo la literatura. Acabo de donar miles de libros de mi biblioteca para pintarla y reamueblarla. Mi intención es empezar de nuevo y construir algo con los libros y diccionarios con los que me he quedado. Parecen multiplicarse en las estanterías... Me gustan los buenos autores, las obras excelente y los grandes pensadores capaces de hacernos cambiar de opinión», nos confiesa. Stone es licenciada en Artes y Escritura creativa. De hecho, figura en la lista de las celebridades más inteligentes de EE UU. El cociente intelectual de esta amante de Octavio Paz es de 154.
Su vena peleona tampoco remite. Cuentan que se llevaba tan mal con William Baldwin –su compañero de reparto en Acosada (1996)– que en una escena de un beso le mordió la lengua y el actor no pudo hablar en varios días (esta y otras anécdotas están incluidas en el libro American Rhapsody del director Joe Eszterhas). Sigue teniendo fama de actriz difícil: «Sus exigencias [durante el rodaje] eran ridículas», aseguró sobre ella el italiano Pupi Avati, su director en el filme Golden Boy (2014). Como entrevistada es también un hueso duro de roer. Así arrancó nuestra conversación telefónica el pasado marzo.
Me comentan que hace un día maravilloso en Los Ángeles, es usted afortunada; en Madrid, en cambio, hace un frío que pela.
Eso sucede en todo el planeta.
Cierto... Está muy acostumbrada a posar, lleva haciéndolo desde que era una niña, cree...
Espere. [Stone desaparece durante unos minutos]. Prosiga.
Le decía que no es una primeriza posando. ¿Cómo le ha ayudado su faceta de modelo a ser actriz?
Nunca he dejado de trabajar como maniquí y hoy vivo tanto de la interpretación como de la moda. No puedo separar lo uno de lo otro. Somos individuos con facetas indisociables.
Supongo que en su caso, sí; tal vez en el de otros, no. Ha comentado en varias ocasiones que la belleza se basa en el alma y no en la edad. ¿Por qué?
No voy a hablar sobre declaraciones que hice en el pasado.
Cortante y desafiante. También en lo político. Stone es budista y en 2008, justo después del terremoto en China donde murieron unas 68.000 personas, achacó la tragedia al «mal karma» del país por haber ocupado el Tíbet.
Tiene poder de convicción. «Su agente decía: ‘Déjala en una habitación con el director y conseguirá el papel’», aseguró sobre ella Joe Eszterhas (realizador de Acosada yFlashdance). Y conoce la fuerza de la seducción. Stone ha reconocido que su aparición en la revista Playboy en 1990 le ayudó a conseguir sus papeles de femme fatale. En esas fotografías de principios de los noventa, la mayoría en blanco y negro, salía en topless. También en la portada a todo color de Paris Match en 2009.
Cuando se le pregunta por qué es tan atrevida, tan osada en cuestiones de imagen y tan polémica en sus respuestas, contesta: «Porque estoy viva». Vivita y coleando. Dolce y Domenico Gabbana defendieron la familia tradicional en Panorama, un semanario italiano. Llamaron «niños sintéticos» a los nacidos por fecundación in vitro o vientre de alquiler. Stone les contestó a través de un comunicado: «Debemos hacer frente a este tipo de comentarios planteándonos: ‘¿Cómo puedo ayudar a un niño que lo necesite?’. [...]. Criticar unos métodos gracias a los que personas cariñosas se convierten en padres cariñosos es criticar los milagros de la medicina moderna».
Es madre de tres niños adoptados, Quinn, 8 años, Roan, 14, y Laird, 10. «La maternidad es un reto, pero también un regalo. Su singularidad es la mayor alegría de mi vida», nos confiesa. Se ha divorciado dos veces. Estuvo casada con Michael Greenburg, un productor de televisión al que conoció en 1984 en el rodaje deThe Vegas Strip War. Y con Phil Bronstein, con quien adoptó a su primer hijo y de quien se separó tras cinco años de matrimonio. También estuvo a punto de pasar por el altar con Bob Wagner, un asistente de dirección. Pero terminó devolviéndole el anillo de compromiso por correo.
Se la ve feliz paseando con sus hijos por las calles de Los Ángeles, donde reside. «Soy una optimista: sobre todo cuando pienso que los jóvenes poseen siete millones de móviles. La juventud es inteligente, lista, compasiva; aprenden online, se comunican a pesar de unas fronteras que para ellos son imaginarias y construyen un futuro mejor, uno que no está condicionado por los temores de sus antepasados». Ese devenir sin pobreza, contaminación o cambio climático lo narró en el musical 2050: The Future we Want(2050: el futuro que queremos, en inglés), un espectáculo en el que participó a finales de 2013. La obra tuvo lugar en la sede de la asamblea de la ONU en Ginebra con ocasión del 20 aniversario de la ONG Green Cross International, fundada por el expresidente ruso Gorbachov. «¿Cree que la humanidad resolverá problemas como la desigualdad y la sostenibilidad antes de que acabe el siglo XXI? «No soy vidente», contesta tajante. La música es otra de sus pasiones: escucha a muchas cantantes femeninas, entres sus favoritas: Aretha Franklin, Etta James o Dusty Springfield. Sharon Stone es letrista. «Sigo escribiendo canciones. Disfruto mucho del proceso. Respeto mucho a los músicos por su increíble don de unir una melodía con una letra». Le sobran planes para el futuro. Ahí va uno: «Me gustaría dirigir y pienso hacerlo pronto». Actores, ya pueden empezar a temblar.
http://smoda.elpais.com/articulos/sharon-stone-las-mujeres-con-miedo-a-envejecer-les-diria-que-maduren/6385
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