lunes, 10 de noviembre de 2025

El principio del fin, míster Trump

El principio del fin, míster Trump
FEDERICO NOVELO Y URDANIVIA 

"Estamos en vías de convertirnos no sólo en una sociedad profundamente desigual, sino en una sociedad oligárquica; una sociedad de riqueza heredada. Cuando hay algunas personas que son tan ricas que efectivamente pueden comprar el sistema político, el sistema político tenderá a servir a sus intereses" (Paul Krugman, citado en Jane Mayer, 2018, "Dinero oscuro. La historia oculta de los multimillonarios escondidos detrás del auge de la extrema derecha norteamericana", Debate, Barcelona, p. 39).

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El activismo metaconstitucional del señor Donald Trump, durante su actual mandato, produjo un pasmo casi generalizado, tanto entre sus correligionarios republicanos cuanto, entre sus oponentes demócratas, con las muy honrosas excepciones de Gavin Newsom, Alexandra Ocacio-Cortez, Elizabeth Warren, Bernie Sanders, el incansable pequeño gigante Robert Reich y algunas y algunos pocos más.

Hasta el pasado martes 4 de noviembre, y en ocasión de significativos procesos electorales locales, el huésped de la Casa Blanca y sus impresentables funcionarios más cercanos convertían sus innúmeras ocurrencias en realidades, desde el empleo político de los aranceles o de la amenaza de su implementación hasta las ejecuciones extrajudiciales en aguas internacionales del Caribe y del Pacífico con más de 60 tripulantes asesinados (hasta el momento), por el presunto transporte de estupefacientes a territorio estadounidense sin demostración alguna. Entre los excesos cometidos, y muy celebrados, incurrieron en la intervención en las elecciones legislativas de Argentina, en favor del amigo, también desquiciado, del Sur profundo americano Javier Milei.

Todo el camino del bravucón gobernante, hasta fecha muy reciente, parecía pavimentado para la escalada amenazante del auto elogiado vociferante; es el caso que la extraordinaria segunda Ley de la Dialéctica mexicana (Las cosas duran hasta que se acaban) se ha comenzado a cumplir de manera que, al menos durante la semana que está por concluir, míster Trump ha cosechado varios fracasos políticos, primero, con los triunfos electorales demócratas en la Ciudad de Nueva York y en los estados de Nueva Jersey y Virginia.

La frescura del alcalde vencedor, en el primer espacio, Zohran Mamdani, socialista, musulmán, jovial, desafiante y reivindicador de la pluralidad étnica y de la inmigración, es mucha frescura para el atrofiado conservadurismo racista del anciano presidente que, en esta confrontación, comenzará a experimentar la fase depresiva de su ciclo político. Las victorias femeninas en los dos estados en litigio representan merecidas patadas en salva (e inútil) sea la parte del misógino señor Trump.

De otro lado, la supuesta incondicionalidad de la Suprema Corte estadounidense se ha metamorfoseado en su contrario y resulta altamente probable que, tanto las ejecuciones extrajudiciales como los aranceles"justificado" en una inexistente emergencia nacional, desaparezcan de las facultades presidenciales y, en el segundo caso, se deban devolver decenas de miles de millones de dólares. Para acabarla de acabar, un juez ha reabierto el caso del soborno a la exótica Stormy Daniels (quien, más que de las habilidades, parece ser testigo de las limitaciones sexuales de este "machote").

Solo hace falta un despertar colectivo, especialmente demócrata, para preparar la despedida definitiva de esta pesadilla del escenario político estadounidense y mundial; qué bueno que quien lo puso comience a tomar nota de su enorme error y… lo enmiende. Hoy, Donald Trump, por mentiroso, soberbio y corrupto, se muestra muy pequeño, demasiado, frente a sus propios problemas; ¿quién le manda?

La República Dominicana reafirma su soberanía y su compromiso con el derecho internacional ante narrativas históricas que buscan relativizar su independencia

La República Dominicana reafirma su soberanía y su compromiso con el derecho internacional ante narrativas históricas que buscan relativizar su independencia

Santo Domingo, 24 de octubre de 2025.
El Gobierno de la República Dominicana, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, reafirma su compromiso con los principios del derecho internacional, la soberanía de los Estados y la inviolabilidad de las fronteras reconocidas internacionalmente, en respuesta a recientes publicaciones que reinterpretan la historia de la isla de manera que podrían afectar la legitimidad de la independencia dominicana.

En un artículo difundido bajo el título “Dos pueblos, una isla: el cruce de caminos entre Haití y Santo Domingo”, se plantea que la independencia haitiana de 1804 abarcaba la totalidad del territorio insular y que la unificación de 1822 fue una necesidad histórica. Estas afirmaciones, aunque presentadas en clave académica, contradicen la verdad histórica y jurídica que sustenta la existencia de la República Dominicana como Estado soberano desde el 27 de febrero de 1844.

📌 Principios reafirmados por la diplomacia dominicana:

  • La independencia de 1844 constituye un acto originario de autodeterminación del pueblo dominicano, reconocido por la comunidad internacional y consolidado en el tiempo.
  • La soberanía territorial de la República Dominicana está amparada en tratados internacionales, en la práctica estatal continua y en el reconocimiento diplomático universal.
  • El derecho internacional contemporáneo establece que las fronteras heredadas de la independencia son inviolables, principio recogido en la Carta de la ONU y en la Carta de la OEA.

El Ministerio de Relaciones Exteriores subraya que ninguna reinterpretación histórica puede alterar la realidad jurídica internacional: la República Dominicana y Haití son dos Estados soberanos, con fronteras definidas y reconocidas, que deben relacionarse sobre la base del respeto mutuo, la cooperación y la no injerencia en los asuntos internos.

“La República Dominicana mantiene una política exterior de respeto, diálogo y cooperación con Haití y con todos los Estados. Sin embargo, rechazamos categóricamente cualquier narrativa que intente relativizar nuestra independencia o proyectar dudas sobre nuestra soberanía. La historia dominicana es clara: desde 1844, el pueblo dominicano ejerce su derecho inalienable a la autodeterminación”, expresó el Ministerio en un comunicado oficial.

Finalmente, el Gobierno dominicano reiteró que seguirá defendiendo en todos los foros internacionales los principios de soberanía, integridad territorial y autodeterminación de los pueblos, pilares fundamentales de la paz y la estabilidad en el Caribe y en el mundo.

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Dos pueblos, una isla: el cruce de caminos entre Haití y Santo Domingo

Pierre Josué Agénor Cadet, escritor e intelectual haitiano, figura habitual de la gran feria literaria Livres en folie, ha escrito un texto de notable profundidad histórica.

Pierre Josué Agénor Cadete pijac02@yahoo.fr

08 de octubre de 2025 — Lectura: 5 min.

Mapa geográfico de la isla que divide dos repúblicas
Foto: Foto Foto

Pierre Josué Agénor Cadet, escritor e intelectual haitiano, figura habitual en la gran feria literaria Livres en folie , ha escrito un texto de notable profundidad histórica. En este extracto de su próximo libro "Historia política de Haití de 1804 a 2025 o Memoria de un Estado capturado", el autor recorre con rigor y crítica la agitada trayectoria de la unificación haitiano-dominicana de 1822. Entre archivos, contexto diplomático y memoria colectiva, Cadet arroja luz sobre las complejas dinámicas que moldearon las relaciones entre las dos naciones que comparten la isla de Haití (Quisqueya o Bohío).

Los historiadores coinciden en que España, mediante el Tratado de Basilea del 22 de julio de 1795, cedió la parte oriental de la isla de Santo Domingo a Francia. A partir de entonces, todo el antiguo Haití quedó bajo dominio francés. Cuando los esclavos insurgentes obtuvieron la victoria sobre los colonos, la independencia, proclamada preliminarmente en Fort-Liberté el 19 de noviembre de 1803 y solemnemente en Gonaïves el 1 de enero de 1804, abarcó toda la isla, ocupada al oeste por los haitianos y al este por los antiguos colonos españoles que se habían convertido al dominicano.

Los documentos oficiales de la época no distinguían entre las dos partes de la isla (francesa y española desde el Tratado de Ryswick del 20 de septiembre de 1697). El 1 de enero de 1804, la isla parecía, por tanto, ser enteramente haitiana. Al momento de la capitulación del Cabo en 1803, Rochambeau había considerado retirarse al este para continuar la lucha. Este plan no pudo llevarse a cabo debido al asedio del Cabo por las tropas nativas. Sin embargo, Jean-Louis Ferrand, comandante de Santiago, mediante una estratagema, arrebató el mando de Santo Domingo a Kerverseau. A pesar de la independencia de la colonia, Ferrand y los 1500 hombres de la expedición de Leclerc adoptaron una política de fuerza contra el joven estado. No obstante, el fracaso de la campaña oriental emprendida por Dessalines en febrero de 1805 permitió que esta región escapara a la autoridad haitiana durante mucho tiempo.


Oriente en crisis internacional

Entre 1807 y 1810, la zona oriental participó en el vasto movimiento de resistencia latinoamericano contra la ocupación napoleónica de España. Estuvo temporalmente bajo protección británica antes de recaer en la anarquía política. En 1815, el Congreso de Viena devolvió oficialmente este territorio a España.

Durante este período, el rey Enrique Cristóbal mantuvo una influencia indirecta sobre Oriente. En 1810, apoyó a los insurgentes contra Ferrand, y Serapio Reynoso ocupó temporalmente Santiago en su nombre. Algunos patriotas españoles incluso buscaron la anexión de su territorio al reino del norte, pero Cristóbal, preocupado por la división de Occidente, se limitó a proporcionarles armas y apoyo en 1811.


La efímera República del Este

En 1821, José Núñez de Cáceres (1772-1846), escritor y estadista dominicano, proclamó la independencia de Oriente bajo el nombre de Haití Español (la primera independencia de la República Dominicana antes de la anexión de 1822). Esta iniciativa, declarada el 30 de noviembre de 1821 y apoyada por una minoría, dio lugar a varios proyectos rivales: la adhesión a la Gran Colombia de Bolívar o el acercamiento a Haití. En las provincias fronterizas, en particular La Vega y el Cibao, donde ondeaba la bandera azul y roja de Haití en los frontones, predominaba el sentimiento prohaitiano.

Al mismo tiempo, Francia aún albergaba la esperanza de reconquistar su antigua colonia de Santo Domingo, como lo evidenciaban las misiones de 1814 y 1816, y el Artículo 18 del Tratado de París de 1815, que aún consideraba a Haití como territorio colonial. Esta amenaza reforzó la necesidad de unidad entre los líderes haitianos.


El llamado a los haitianos y la decisión de Boyer

El presidente Jean-Pierre Boyer percibió claramente los riesgos que representaba la división de la isla: rivalidades internas entre dominicanos, incursiones inglesas y ambiciones francesas. El 25 de diciembre de 1821, escribió al Senado haitiano:

"No olvidemos que ocupamos una isla cuya población entera debe ser una e indivisible, puesta bajo un mismo liderazgo para garantizar su independencia por los medios esenciales para su mantenimiento."

Así, aunque los historiadores dominicanos contemporáneos minimizan el atractivo que se le da a los haitianos, el testimonio de Jean Price-Mars sigue siendo inequívoco:

Obviamente, hubo una apelación, digan lo que digan los dominicanos de hoy. Pero no solo hubo una apelación, sino que de los demás hechos del problema se desprende que, de no haberse presentado esta apelación, Boyer se habría visto obligado a intervenir en los asuntos dominicanos, dado que la reunificación de todo el territorio bajo administración haitiana respondía entonces a una necesidad absoluta: la seguridad y la libertad de la nación haitiana.


La unificación de 1822

En febrero de 1822, Boyer cruzó la frontera con 12.000 soldados. Un ala, comandada por él mismo, avanzó hacia Santo Domingo vía San Juan y Azua, mientras que la otra, al mando del general Guy Joseph Bonnet, avanzó vía Dajabón y Santiago. El ejército haitiano llegó rápidamente a la capital, donde fue recibido con el sonido de campanas y cañones.

Núñez de Cáceres pronunció un discurso en el que destacó las diferencias lingüísticas, sociales, étnicas y religiosas entre ambos pueblos, antes de entregar simbólicamente las llaves de la ciudad a Boyer. Este último declinó el homenaje con estas palabras:

"No fue la fuerza de las armas la que me trajo aquí, sino la voluntad de los habitantes que libremente recurrieron a mí para que les garantizara derechos y privilegios que nunca han disfrutado."

Los límites de la unión

Sin embargo, el entusiasmo inicial dio paso rápidamente a tensiones. Errores administrativos, el nombramiento de funcionarios inexpertos y la inflexibilidad del general Bonnet irritaron a los dominicos. A pesar de su reemplazo en 1831 por el general Bernard Philippe Alexis Carrié, los esfuerzos de fusión fracasaron.

Mal gobernada por Boyer y abandonada tras su caída, la región oriental rechazó gradualmente la unión haitiana. El 27 de febrero de 1844, proclamó su independencia bajo el nombre de República Dominicana, esta vez para siempre.

Pierre Josué Agénor Cadete

https://lenouvelliste.com/article/260636/deux-peuples-une-ile-les-chemins-croises-dhaiti-et-de-saint-domingue

Reescribir la historia para presentar a la República Dominicana como parte de Haití es un intento de reducir nuestra soberanía. El 27 de febrero de 1844 marcó la independencia definitiva de un pueblo con identidad propia. 🇩🇴 #Soberanía #HistoriaRD
@LuisOrlandoDia1 @GUASABARAeditor

➡️ En síntesis: La intención del autor es reinterpretar la historia de la isla desde una óptica haitiana, presentando la independencia de 1804 como un hecho que abarcaba “toda la isla” y justificando la unificación de 1822 como una necesidad histórica y de seguridad nacional para Haití. Esto perjudica a la República Dominicana porque relativiza su soberanía, diluye la legitimidad de su independencia de 1844 y alimenta narrativas que podrían usarse para cuestionar sus fronteras o su identidad nacional.


📌 Intención del autor

  • Relectura histórica desde Haití: Pierre Josué Agénor Cadet plantea que, tras el Tratado de Basilea (1795) y la independencia haitiana de 1804, toda la isla debía considerarse haitiana.
  • Justificación de la unificación de 1822: Presenta la entrada de Boyer no como una invasión, sino como respuesta a un “llamado” de sectores dominicanos y como una necesidad estratégica para la seguridad haitiana.
  • Narrativa de indivisibilidad: Recurre a citas de Price-Mars y Boyer para sostener que la isla debía ser “una e indivisible”, bajo un solo liderazgo.

En conjunto, el texto busca legitimar la visión haitiana de la isla como un territorio históricamente unificado, donde la separación dominicana sería un episodio posterior y no un derecho originario.


⚠️ Riesgos y perjuicios para la República Dominicana

  1. Cuestionamiento de la soberanía: Al presentar la independencia de 1804 como abarcando toda la isla, se minimiza la independencia dominicana de 1844 y se proyecta la idea de que la República Dominicana fue “escindida” de un todo haitiano.
  2. Reducción simbólica del territorio: La narrativa sugiere que el territorio dominicano fue, en algún momento, parte legítima de Haití, lo que puede alimentar discursos políticos o intelectuales que relativicen las fronteras actuales.
  3. Erosión de la identidad nacional: Al destacar supuestos “sentimientos prohaitianos” en regiones dominicanas y presentar la anexión de 1822 como voluntaria, se debilita la narrativa dominicana de resistencia y autodeterminación.
  4. Instrumentalización política: Este tipo de relatos puede ser usado en foros internacionales para presionar a la República Dominicana en temas de migración, cooperación o delimitación territorial, proyectando la idea de una “deuda histórica” con Haití.

🎯 Conclusión

El artículo no es solo un repaso histórico: es una intervención ideológica que busca reposicionar a Haití como heredero legítimo de toda la isla y relativizar la soberanía dominicana. Para la República Dominicana, el peligro radica en que estas narrativas, si no se contrarrestan con investigación y divulgación histórica propia, pueden erosionar la legitimidad internacional de su independencia y su derecho a un territorio definido.

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