lunes, 30 de junio de 2025

El rol del maestro: pilar esencial para alcanzar las metas del desarrollo nacional al 2036 _ Yayo Sanz Lovatón: "es en las aulas donde se gesta el verdadero cambio, formando ciudadanos críticos, capacitados y comprometidos con el futuro del país".

El rol del maestro: pilar esencial para alcanzar las metas del desarrollo nacional al 2036

_ Yayo Sanz Lovatón: "es en las aulas donde se gesta el verdadero cambio, formando ciudadanos críticos, capacitados y comprometidos con el futuro del país".

Santo Domingo, República Dominicana – 30 de junio de 2025

En ocasión del Día del Maestro, la República Dominicana reconoce el papel fundamental de los educadores en la construcción de un país más justo, próspero y desarrollado. 

En el marco del ambicioso Plan de Desarrollo “Meta RD 2036”, impulsado por el presidente Luis Abinader, la educación se consolida como uno de los pilares estratégicos para alcanzar los objetivos nacionales.

Este plan, que proyecta convertir al país en una nación plenamente desarrollada para el año 2036, establece metas claras en áreas como economía, salud, empleo, seguridad y sostenibilidad ambiental. Sin embargo, es en las aulas donde se gesta el verdadero cambio: formando ciudadanos críticos, capacitados y comprometidos con el futuro del país. En ese sentido, el rol del maestro trasciende la enseñanza académica para convertirse en guía, inspiración y motor de transformación social.

Así lo expresó el director general de Aduanas, Eduardo "Yayo" Sanz Lovatón, en un mensaje publicado en sus redes sociales con motivo de esta fecha especial:

“Ser maestro es una vocación esencial de la sociedad. En las aulas es que nacen sueños y se estudian realidades, por eso trato de nunca dejar de aprender. Gracias a quienes, cada día, forman ciudadanos, inspiran sueños y siembran futuro en las aulas del país. ¡Feliz Día del Maestro!” 📚🇩🇴
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Este reconocimiento cobra aún más valor en un contexto donde el país se propone elevar los años efectivos de aprendizaje, reducir la pobreza multidimensional y ampliar la clase media. Lograrlo requiere una inversión sostenida en la formación docente, en infraestructura educativa y en políticas que dignifiquen la labor del maestro.

El Gobierno dominicano reafirma su compromiso con una educación transformadora, inclusiva y centrada en el desarrollo humano. Porque solo con maestros motivados, capacitados y valorados, será posible construir la República Dominicana que soñamos para el 2036.

DGA fortalece operaciones en Puerto Plata con nueva infraestructura para rayos X, en el marco de una transformación tecnológica nacional

DGA fortalece operaciones en Puerto Plata con nueva infraestructura para rayos X, en el marco de una transformación tecnológica nacional

30 de junio de 2025

Puerto Plata, República Dominicana – El director general de Aduanas, Eduardo "Yayo" Sanz Lovatón, realizó este domingo una visita de inspección al puerto de Puerto Plata, donde supervisó una nueva edificación diseñada para optimizar el uso de una máquina de rayos X portátil recientemente instalada. 

Yayo Sanz Lovatón y Láncer García
Acompañado por el administrador del puerto, Láncer García, el titular de la Dirección General de Aduanas (DGA) destacó que esta infraestructura permitirá mejorar significativamente la productividad de las operaciones aduanales en la zona norte del país.

Durante el recorrido, Sanz Lovatón explicó que la obra recién concluida responde a la necesidad de aprovechar al máximo la tecnología de inspección no intrusiva, como parte de una estrategia nacional para modernizar el sistema aduanero. 

“Esta infraestructura que ustedes están viendo es nueva y nos permite utilizar mejor la máquina de rayos X portátil que hemos instalado aquí en el puerto de Puerto Plata para incrementar la productividad de las aduanas”, afirmó.

La visita se realizó en un día no laborable, con el objetivo de evaluar el funcionamiento del puerto en condiciones operativas especiales y garantizar la continuidad de los procesos logísticos. “Estamos haciendo esta visita hoy porque queríamos inspeccionar el funcionamiento de este puerto hoy domingo. Muchísimas gracias”, concluyó el funcionario.

La instalación de esta nueva infraestructura se enmarca en una transformación más amplia que ha experimentado la DGA bajo la gestión de Sanz Lovatón. 

Hasta el 30 de junio de 2025, la implementación de tecnología de rayos X ha representado un cambio sustancial en la eficiencia, seguridad y transparencia del sistema aduanero dominicano. Cuando asumió la dirección de la institución, apenas el 40 % de la carga que entraba y salía del país era inspeccionada con esta tecnología. Hoy, esa cifra supera el 90 %, lo que ha permitido agilizar los procesos de despacho, reducir los tiempos de espera y aumentar la competitividad del país como destino logístico regional.

Además de facilitar el comercio, el uso de rayos X ha fortalecido los controles de seguridad, permitiendo detectar mercancías ilícitas sin necesidad de abrir físicamente los contenedores, lo que también ha contribuido a reducir los riesgos de corrupción y manipulación. 

Estos avances han sido reconocidos internacionalmente, posicionando a la República Dominicana en índices como el Foro Económico Mundial de Davos, donde se destaca como una de las economías latinoamericanas con mayor crecimiento en intercambios comerciales.

Como parte de este proceso de modernización, la DGA ha instalado escáneres de última generación en puertos estratégicos como Haina y Puerto Plata, incluyendo equipos como el Eagle P60-s, que refuerzan la capacidad tecnológica de la institución y consolidan su compromiso con una aduana moderna, eficiente y alineada con los más altos estándares internacionales.

Como parte de este proceso de modernización, la DGA ha instalado escáneres de última generación en puertos estratégicos como Haina y Puerto Plata, incluyendo equipos como el Eagle P60-s, que refuerzan la capacidad tecnológica de la institución y consolidan su compromiso con una aduana moderna, eficiente y alineada con los más altos estándares internacionales.

Hoy visitamos la sede de Puerto Plata, una de las primeras Aduanas del país, reforzando esta puerta clave de nuestra economía. @aduanard apuesta por nueva infraestructura y rayos X portátiles para hacer nuestras operaciones más seguras, rápidas y conectadas con el mundo. 🇩🇴 pic.twitter.com/rUt33aS1mc

— Yayo (@SanzLovaton) June 29, 2025
COMENTARIO:

Rayos X y visión estratégica: Aduanas que miran al futuro

La visita del director general de Aduanas, Eduardo “Yayo” Sanz Lovatón, al puerto de Puerto Plata no fue un acto simbólico, sino una muestra tangible del compromiso institucional con la modernización del sistema aduanero dominicano. La nueva infraestructura para operar una máquina de rayos X portátil no solo mejora la eficiencia local, sino que representa un paso más en una transformación tecnológica nacional que ya está dando frutos.

Bajo esta gestión, la Dirección General de Aduanas ha elevado la cobertura de inspección con rayos X de un 40 % a más del 90 %, un avance que ha permitido agilizar procesos, reducir riesgos de corrupción y fortalecer la seguridad en los puertos. Esta apuesta por la tecnología no intrusiva ha posicionado a la República Dominicana como un referente regional en materia de logística y comercio seguro.

La supervisión realizada en un día no laborable, junto al administrador del puerto, Láncer García, refleja una visión de liderazgo comprometido con la continuidad operativa y la excelencia institucional. La instalación de equipos como el Eagle P60-s en puertos estratégicos como Haina y Puerto Plata consolida una aduana más moderna, conectada con el mundo y alineada con los más altos estándares internacionales.

En un contexto global donde la eficiencia logística es clave para la competitividad, la DGA demuestra que con visión, tecnología y voluntad, es posible construir una aduana del siglo XXI. / @GUASABARAeditor

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Yayo @SanzLovaton: de honor en el primer juego de los @MetrosSantiago , junto a mi amigo Manuel Estrella. Un honor representar el talento y la pasión que mueve la ciudad corazón. Ver a tantos jóvenes dominicanos llenos de energía y sueños en cada jugada es una muestra de que el deporte sigue siendo un motor de inspiración y superación para nuestra gente. ¡Vamos! 🇩🇴

Una última parada para cerrar el día, y esta vez en Santiago, como invitado de honor en el primer juego de los @MetrosSantiago, junto a mi amigo Manuel Estrella. Un honor representar el talento y la pasión que mueve la ciudad corazón.

Ver a tantos jóvenes dominicanos llenos de energía y sueños en cada jugada es una muestra de que el deporte sigue siendo un motor de inspiración y superación para nuestra gente. ¡Vamos! 🇩🇴

https://x.com/SanzLovaton/status/1939504188498571693

Una verdad del tamaño de un templo esta que nos comparte el profesor Abdala. Basta ya de que los organismos multilaterales "volteen para otro lado" ante las atrocidades que ocurren en países como Venezuela 🇻🇪 Cuba 🇨🇺 Nicaragua 🇳🇮 Menos retórica, más acción. | Patricia Janiot @patriciajaniot ·

Origen y versiones encontradas sobre el origen y significado del vocablo “cocolo” en el argot popular petromacorisano

Origen y versiones encontradas sobre el origen y significado del vocablo “cocolo” en el argot popular petromacorisano
Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo)
Todo proceso histórico tiene su pináculo. El momento estelar de su consagración. Y la industria azucarera dominicana no escapa a ello. Su desarrollo estuvo plagado de incertidumbres en un ir y venir crítico con pausas de relativo éxito. Por eso el periodo comprendido entre 1874 y 1884 tiene una relevancia particular caracterizada, principalmente, por un auge y un desplome. Estos años tienen una significativa importancia de seguimiento histórico. El infortunio advenido en 1884 interrumpió de manera brusca el ciclo iniciado diez años atrás, 1874, en que hubo un boom en la industria azucarera dominicana.
La connotación de la segunda etapa representa el flujo más numeroso de súbditos antillanos ingleses para trabajar en su industria, presencia que fue aumentando hasta llegar a una notoriedad étnico-cultural de gran flujo. Así lo confirma Rafael Jarvis en su tesis doctoral presentada en la Universidad Pablo de Olavide en España: “Aun cuando la presencia de los inmigrantes antillanos británicos en la República Dominicana data de 1850, fue a partir de la creación y expansión de la industria azucarera moderna, después de 1874, cuando su número aumentó hasta llegar a miles de personas en el siglo XX. Las ciudades donde hubo núcleos importantes fueron Sánchez, Puerto Plata, Montecristi, Barahona, Santo Domingo, San Pedro de Macorís y La Romana. De estas, San Pedro de Macorís y La Romana fueron las localidades con mayor porcentaje. Durante un tiempo, el mayor número de quienes arribaron a estas ciudades retornaba a sus lugares de partida cada año interrumpiendo de esa manera el cambio cultural drástico de quienes se trasladan de un país a otro. En ellos se apreciaba una migración golondrina o transmigración cíclica zafra tras zafra entre el archipiélago anglófono y la República Dominicana. Entrado el siglo XX un reducido número se estableció en el país y fue creciendo hasta integrarse en la sociedad dominicana. Al filo de unos años se consolidó un proceso migratorio". La adversidad presentada propició que en 1885 arrancara formalmente la llegada al territorio nacional de centenares de negros de las Antillas menores contratados para trabajar en los ingenios productores de azúcar. Este arranque formalmente organizado superó la iniciación de la pequeña cantidad de los 37 braceros cocolos transportados a San Pedro de Macorís en 1883, por el rico propietario azucarero Juan Eugenio Serrallés Colón, y los 100 traídos por el terrateniente Lorenzo Zayas Bazán en 1877, como ya hemos apuntado.
La inversión azucarera se asentó de manera particular en la subregión oriental de la isla, siendo San Pedro de Macorís y La Romana las bases productivas de su desarrollo. Las condiciones del suelo influyeron en esta decisión. Para garantizar su rentabilidad había que disponer de manos de obras eficientes y baratas; y los cocolos y braceros importados desde Puerto Rico y Haití vendrían a ser la panacea que le daría sostenibilidad al negocio. El auge industrial azucarero se afianzó en lo que el historiador y economista español-cubano, Julio Le Riverend Brusone, conceptualizó como “revolución técnica azucarera”, proceso que la apuntaló con una fuerza entusiasta preeminente.
La erosión en los mercados y las potenciales agravantes que producirían sus secuelas afloraron en los más lúcidos magnates de la industria la idea de recurrir al contrato laboral de isleños cercanos cuya mano de obra tendría que ser módica frente al tropiezo crítico que aquejaban sus inversiones y negocios.
Así las cosas, se iniciaron negociaciones y cabildeos para salir del impase mediante esta alternativa circunstancial, que luego sería ampliada y consolidada a la luz de los beneficios obtenidos. De esta manera se convino insertar, a partir de 1885, a los negros isleños de barlovento y sotavento, visto como una de las formas más oportuna del momento para reducir los costos de producción en el camino conducente hasta salir del trance que ponía en peligro el futuro inmediato de las empresas azucareras.
Las dos principales figuras del ámbito empresarial azucarero que impulsaron el reclutamiento de los negros antillanos fueron Carlos F. Loynaz, propietario de un ingenio en la norteña ciudad de Puerto Plata, y William. L Bass, propietario del ingenio Agua Dulce, que en el mismo siglo XIX y hasta el día de hoy devino en llamarse Consuelo.
Llama poderosamente la atención que, en medio de grandes inversiones en el sistema de transporte del ferrocarril, para facilitar y abaratar el transporte de azúcar y el desplazamiento de los jornaleros hacia los cañaverales, se presentara esta inesperada situación crítica. Los beneficios obtenidos desde 1872 en adelante eran invertidos en el mejoramiento de las instalaciones y en la importación de maquinarias necesarias para eficientizar la producción. Por eso la crisis azucarera de 1884 frustró a muchos.
El grave problema ameritaba medidas urgentes y salvadoras como era la de disponer de una fuerza de trabajo que, además de abaratar el precio de las jornadas, fuera también idónea y llena de vitalidad para las faenas previstas. Y los negros isleños del Caribe, consanguíneos de los africanos traídos como esclavos a partir de 1511, luego de ser cazados como animales y que, según la valoración de los capitalistas azucareros, reunían las condiciones del momento, era el método que debía aplicarse para reimpulsar el desarrollo potencial de las inversiones en peligro.
Los inmigrantes, súbditos de la corona inglesa, al igual que los sujetados a los dominios franceses u holandés de las islas del Caribe, conocidos en San Pedro de Macorís, Barahona, Samaná y La Romana como cocolos o ingleses, llegaron a suelo dominicano mostrando una ingrávida sonrisa de timidez y con el sudor a flor de piel. Y una vez en el país, en cada uno de los puntos de llegada, acopiaban una atención única. Su inclinación por la obediencia laboral quedó de inmediato definida: no eran haraganes ni evadían el trabajo por duro que pareciese .
Además, no se interesaban por las cuestiones políticas partidistas, tampoco por asuntos nacionales, ni regionales ni provinciales, esos temas de carácter público no les incumbían. Esta formación distinguía su talento competitivo.
El desequilibrio azucarero de 1884 aflora de manera patética el ingrediente creciente del desinterés del campesino dominicano en cortar caña alegando unos salarios miserables. La utilización de la devaluada moneda mexicana como referencia de pago y la proliferación del azúcar de remolacha en la preferencia de los magnates del comercio internacional representó la ruina de muchos de los productores dominicanos e impuso en los más adinerados la urgencia de buscar paliativos de subsistencia hasta que el panorama mejorara. La rápida importación de isleños de Puerto Rico, Cuba y de las posesiones inglesas, francesas, holandesas y danesas, vino a ser el remedio para solucionar la depresión que les afectaba. Fue este el panorama que posibilitó la llegada a nuestro país, y particularmente a San Pedro de Macorís, de los cientos de personas de color negro al que le pusieron el mote de cocolos.
La ampliación descomunal de la producción azucarera en la isla fue gigantesca. Los colonos actuaban con una cultura de codicia descomunal. En el empeño del crecimiento económico de sus inversiones veían en el aumento rápido del número de esclavos una garantía de sus capitales, además les daba una imagen competitiva de autoridad cuyo brillo le confería evidente privilegio en el sojuzgamiento que aplicaba el sistema en la población. Desde finales del siglo XVIII el afán por dominar el mercado azucarero internacional era crucial. Para esa época los franceses que controlaban totalmente la parte oeste de la isla, Saint-Domingue, lograron colocar en el mercado mundial el 50% de su producción de azúcar.
Una investigación realizada por Humberto García Muñiz, publicada por el Instituto de Estudios del Caribe, Universidad de Puerto Rico, nos revela con datos interesantes el alcance obtenido al cierre del siglo XVIII. Veamos: “A finales del siglo XVIII, antes del inicio de la revolución, Saint-Domingue llegó a cubrir 50% del azúcar que se consumía en el mercado mundial. Sólo en el curso de treinta años, de 1792 a 1821, a Cuba llegó un promedio de 11,612 esclavos por año. De 1821 a 1865 llegarían todavía otros 300,000 más, en calidad de tráfico ilegal a un promedio de 6,818 por año (Ely, 1963: 92). Puerto Rico, aunque en una escala inferior, también incrementó su producción azucarera y el número de esclavos. En 1830 las tierras dedicadas al cultivo de caña de azúcar eran de 11,144 cuerdas, el doble y el triple de la empleada 17 y 54 años antes, respectivamente, en dicha plantación (Gil-Bermejo Garda, 1970: 136).
A su vez, el número de esclavos había experimentado en cuatro años un aumento de 7,578, para llegar a la cifra de 41,818 en 1834 (Díaz Soler, 1974: 117). República dominicana, en cambio, logró un impulso azucarero mucho más tardío, en la década de los 70 del siglo XIX, a raíz de la Guerra de los Diez Años en Cuba. Pero para esa fecha ya la esclavitud había sido abolida en el país. Sin embargo, este enorme impulso azucarero se producía en las Antillas españolas en un nuevo contexto internacional, que incidía de manera muy particular en la producción y en el mercado azucarero.
En ese nuevo contexto se destacó la política abolicionista de la trata, y más tarde de la esclavitud en sí, impulsada por Gran Bretaña. Desde 1815, cuando se celebró el Congreso de Viena, Inglaterra realizó varios acuerdos y tratados con España, Francia, Holanda, Portugal y Estados Unidos, entre otros países, con miras a abolir el tráfico de esclavos desde África, lo cual generó un fuerte incremento del contrabando de negros, así como su encarecimiento (Franco, 1980; Mannx y Cowlcy, 1962). Más tarde comenzaría a producirse la abolición de la esclavitud, a partir de 1838 en las colonias inglesas, hasta culminar con las holandesas en 1863, después de las francesas en 1848.
“Esto daría lugar a que Cuba y en menor medida Puerto Rico tuvieran que transitar buena parte de su auge azucarero en un complejo contexto regional e internacional en el que ya la esclavitud había sido extinguida. Aunque eso generaba serias dificultades para la plantocracia cubana, sometida a fuertes presiones del movimiento abolicionista en la península española (Martínez Carreras, 1990; Saíz Pastor, 1990; Cepero Bonilla, 1977), así como del abolicionismo inglés y francés (Yacou, 1990; Sarracino, 1989), lo cierto es que le permitía abastecerse, legal o ilegalmente, en un medio en el que no había mayor competencia en el tráfico de esclavos, salvo con Brasil, donde la abolición se produciría en 1888, dos años después que en Cuba. La producción azucarera cubana había crecido tanto, así como la demanda de esclavos, que Cuba por sí sola constituía un mercado casi tan grande como lo fuera anteriormente todo el hemisferio”.
Las razones y circunstancias que determinaron la llegada a la nación dominicana de los centenares de trabajadores isleños (a los que luego se les denominó cocolos) para laborar en la industria azucarera a partir del año de 1883, cuando Juan Serrallés trajo un pequeño grupo de peones al ingenio Puerto Rico, de su propiedad, ubicado en Las Cabuyas, como ya hemos señalados anteriormente, y cuya ascendencia perduró durante el primer tercio del siglo XX, hasta que comenzó a disminuir sensiblemente la cantidad de contratados a partir de la instalación de la larga dictadura de Trujillo 1930–1961. Los últimos llegaron a mediados de la década de 1940. Durante este régimen tiránico se redujo significativamente su llegada en razón de que el mismo prefirió contratar a los vecinos haitianos cuyo costo era más barato; solo tenían que cruzar la frontera terrestre que separa geográficamente a los dos países que comparten la misma isla. Además, las circunstancias de la Segunda Guerra Mundial 1939–1945, también influyeron en esa posición.
Versiones encontradas sobre el origen y significado del vocablo “cocolo”
El vocablo “cocolo” es mencionado insistentemente en este ensayo dominicano. El uso, en su inicio, significó una expresión peyorativa e insultante. El mismo era utilizado a la llegada de estos súbditos monárquicos e imperiales, y que, al principio, por el simple color de su piel, fueron confundidos con los vecinos haitianos.
Este término gramatical ha tenido interpretaciones conceptuales encontradas por los analistas y estudiosos del tema, disparidad que nos lleva, necesariamente, a un compelido recorrido sobre algunas de las menciones y explicaciones escritas al respecto. Veamos: José E. Marcano M., en su serie de artículos, “Los orígenes cocolos”, publicados en varios medios digitales, inicia su definición citando al extinto periodista e historiador de San Pedro de Macorís, Miguel Alfonzo Mendoza (Piris), quien declaró que el apelativo “le fue puesto a los braceros barloventinos a su llegada por los braceros azucareros dominicanos”. Agrega que el poeta e historiador, también de Macorís, Pedro Mir, “dice que esa palabra significa “negro haitiano”, sustentándose en que ya en 1844 el sacerdote limeño Gaspar Hernández utilizaba la palabra cocolo como sinónimo de haitiano”. En una carta que le envió a Baltasar Morcelo, el 27 de febrero del citado año de 1944, dice, “te felicito a ti y a todos los dominicanos por haberse sacudido el yugo de los mañeses-cocolos…”.
El escritor Julio César Mota Acosta, nuestro amigo, en su libro Los cocolos en Santo Domingo, 1977, reseña con orgullo la correspondencia que le enviara el poeta e historiador Pedro Mir, quien es una autoridad literaria histórica, y que publicó con el tituló dicho escrito titulado “Carta anti-prólogo” al iniciar dicho libro.
En la mencionada misiva el intelectual laureado le memoriza los años en que vivió en la calle Zayas Bazán, del barrio Miramar de San Pedro de Macorís, durante su feliz niñez y parte de su inquieta adolescencia. Un sector que por la abundancia de residentes negros se le llamó la zona de los cocolos, aunque en los ingenios Consuelo, Santa Fe y Porvenir había abundancia de los mismos.
El Poeta Nacional, refiriéndose a los cocolos, afirma: “En aquella época, el apelativo “cocolo” era inmensamente insultante y todavía me duele a mí oír que se les llame de esa manera, aunque parece que no con la carga peyorativa que tenía entonces”.
En la mencionada epístola publicada en el libro de Mota Acosta, el eximio aedo, nuestro y del mundo, hace algunos reparos en relación a la idea en boga del vocablo cocolo… “Ud. recoge una antigua y generalizada versión acerca del origen de la palabra “cocolo” que, a nosotros, por ejemplo, a Domínguez Charro y a mí, nos parecía falsa. De ninguna manera puede proceder de la palabra “tortolos” como habitantes de Tórtolas. En Macorís se creía que los braceros ingleses venían de “sanquiche” (Si. Kitts) lo cual era en parte verdad. Pero lo que pone en evidencia la falsedad de ese origen es que esa palabra la utilizaba profusamente Gaspar Hernández hacia 1843 para designar a los haitianos, a veces en la forma de “mañeses cocolos”, de manera que la palabra se utilizaba en nuestro país casi un siglo antes de la inmigración barloventina”.
Otro autor que expone sus consideraciones acerca del origen de la palabra cocolo es Manuel Álvarez Nazario, quien afirma que: “Acerca del origen de esta palabra (cocolo) existen las más variadas versiones, Manuel Álvarez Nazario dice que posiblemente se derive de la palabra “Gongolo”, con caída de la N, debido tal vez a la pronunciación nasalizada de la precedente, y finalmente enmudecimiento de la G por asimilación de la K. También podría derivarse –considera el mencionado autor– de “la palabra bantú Gongolo que da en Angola, entre los negros de Lavanda, como nombre de cierto ídolo y de nombre de persona”.
Rafael Enrique Jarvis Luis, en su trabajo de investigación, y al cual nos hemos referido varias veces, también reproduce lo afirmado por Álvarez Nazario: “Los estudiosos de la palabra circunscriben su empleo en dos territorios insulares caribeños: la República Dominicana donde se le asigna un sentido despectivo y Puerto Rico donde se le atribuye a quienes son aficionados a la música de salsa. Álvaro Nazario afirmó que se designa así a las personas con rasgos negroides muy acentuados y fijó su origen en una derivación de la palabra cóngolo, procedente del bantú”.
En la continuación de su indagatoria sobre el término cocolo Mota Acosta se hace eco de lo externado por el profesor de matemáticas, en los niveles de secundaria y universitario, el petromacorisano Alberto Byas Seaton, fallecido en marzo de 2010, quien consideró con simpleza que: “el vocablo provino del hecho de preguntársele a un grupo (de los primeros inmigrantes ingleses antillanos) de qué isla venían, a lo que ellos respondieron: de la isla “Tórtola”, dándoles a esta palabra castiza la peculiar pronunciación inglesa, que es algo así como to-to-la. Las dos “T” fueron adulteradas por el oído criollo, convirtiéndola en “C”, es decir, entendieron isla “Cocola” y claro está, los de esta isla debieron ser “Cocolos”. La teoría expuesta por Byas Seaton es refutada por el lingüista y filólogo, Rafael Núñez Cedeño. Este premiado intelectual afirma que el vocablo es resultado de la tergiversación idiomática de los habitantes de este del país quienes frecuentemente sustituyen las letras [r] por [l] y no [t] por [c], por lo que considera apartado de la verdad esa versión en razón de que la palabra tórtola la emplean los dominicanos para denominar una pequeña ave silvestre, por lo que sostiene que el término cocolo proviene de África, según afirmaciones de Jarvis Luis en su trabajo de tesis, Inmigrantes de las Antillas británicas en la República Dominicana. Cocolos en San Pedro de Macorís y La Romana: 1870-1950.
Al relacionarse la palabra tórtola con los cocolos nos obliga a dar algunas explicaciones en relación con ambos términos sin descartar tajantemente el concepto externado por Núñez Cedeño. No obstante, debemos señalar que la tórtola, ave migratoria emparentada con las palomas, de vuelos solitarios muy común en Europa, cuyo nombre la relaciona con los cocolos, no implica por antonomasia que se les diera ese nombre a los negros antillanos traídos al país a cortar caña y a trabajar en las factorías azucareras. Debemos recordar que la región Este tuvo una gran presencia de españoles, europeos y árabes, los cuales se dedicaron a la venta por los caminos, buhoneros, recorriendo campos y bateyes ofertando sus mercancías. Estos migrantes conocían por demás esas avecillas y al verla en estos lares no vacilaron por llamarla por el nombre como la conocían en su tierra de origen. Que algunos habitantes del Este relacionaran las tórtolas con los cocolos no significa por gravedad que esa fuera una denominación implícita para llamar por esa locución a los negros extranjeros antillanos. Tal suposición es propiciar la especulación popular.
Luego Mota Acosta con entusiasmo incluye las indagatorias y razonamientos teóricos al debate de Carlos Vicente Larrazábal Blanco (1894 1989), “Una pista, un indicio, quizás seguro, que nos podría llevar al nacimiento del controversial vocablo, es el que nos brinda Larrazábal Blanco en su obra Los Negros y la Esclavitud en Santo Domingo, cuando al inventariar las distintas tribus africanas de cuyos integrantes pudo detectar en nuestro suelo, nos informa de un grupo perteneciente a la tribu Zape denominado los Zape-Cocolí”.
En ese correr de interpretaciones originarias se ha repetido con insistencia lo afirmado por el historiador dominicano Emilio Rodríguez Demorizi, natural de Sánchez, (1908-1986). Este autor, en un párrafo de su libro Poesía popular dominicana, habla de un escrito publicado en el periódico “El Dominicano” de 1855, en el que señala que los dominicanos de esa época se referían a los haitianos con el término peyorativo de “cocolos”.
Debemos agregar al debate el trabajo periodístico del medio impreso y digital, Diario Libre, titulado “El rescate de los guloyas a través de voces e imágenes. La inmigración cocola a RD fue entre el 1870 y 1934”, edición correspondiente al 20 de enero del 2004, que recoge la opinión del historiador José Guillermo Guerrero Sánchez (foto de arriba), el cual indica: “El término “cocolo” proviene del Congo, África, y significa calvo, desnudo, trabajador”. La citada reseña tiene debilidad, no dice la fuente donde apoya el autor su opinión contrapuesta.
El periodista y escritor Francisco Comarazamy Rangasami, nacido en San Pedro de Macorís, (1908-2012) en su libro San Pedro de Macorís, Memorias, en el capítulo titulado “¿Por qué cocolo?” aporta lo siguiente: “La inmigración de los “cocolos” comenzó a finales del siglo diecinueve e inicio del veinte y apenas viven algunos que no tienen la menor idea del significado del término “cocolo”, pero lo repiten como el cantío del gallo… A principio de la oleada de inmigrantes de diversas latitudes que acudieron a la Sultana del Este, figuran los tortolos. Ellos fueron los primeros que vinieron a trabajar en los ingenios azucareros, seguidos por los de St. Kitts. Según informes recogidos de boca, al estilo de aquel antiguo historiador que dijo que de los labios de los viejos es que salen las verdades, el apelativo de “cocolo” no es más que un errático invento de los primitivos petromacorisanos, los cuales aludían al tortolo por cocolo, trastocando el gentilicio de los “tortolanos”.
El intelectual Carlos Francisco Elías, escritor, ensayista y articulista de medios impresos y digitales, y por demás oriundo del barrio Miramar de San Pedro de Macorís, y quien por sus orígenes biológicos y estampa inglesa ha dedicado años a investigar y escribir sobre el tema cocolo, lo aborda desde su concepto de la caribeñidad y aduciendo su inconformidad sobre las definiciones todavía inconclusas, con un radicalismo desafiante, señala. “En primer lugar todos sabemos que la denominación cocolos fue y sigue siendo despectiva, no solo se usó aquí en República Dominicana. En otros lugares del Caribe según usos y circunstancias se blandió, razón por la cual no uso ese término…, Y porque aún sin malas intenciones, hasta amistosas y de camaradería, es referente de apartheid... [Las hemerotecas dominicanas están llenas de artículos y textos paternalistas, plagados de errores como el caso también de algunas publicaciones recientes… Creo urgente una renovación de visiones sobre el tema alejadas de algunas tesis barbaristas, donde el aporte de estas migraciones se pretende como exótica, paternal racistoide, valga el posible neologismo”.
Rafael Jarvis resalta otras opiniones sobre el origen del término “cocolo”. “Un aspecto que resalta Patín Maceo es el origen de los inmigrantes a quienes se les otorga el sustantivo-adjetivo cocolo, él excluye a los que proceden de las islas de Sotavento que también fueron a trabajar a la industria azucarera dominicana. En cambio, Martín Alonso amplía el término a los negros no pertenecientes al grupo de islas que eran colonias del Reino Unido”.
Poco después, en su trabajo, Jarvis Luis afirma que “En el 2006 José Guerrero afirmó que la palabra viene de África. A una conclusión similar a la de Guerrero, respecto a la procedencia del adjetivo cocolo, había llegado en noviembre de 1999 Rafael Núñez Cedeño. Compartimos el criterio de la procedencia porque la palabra está unida a lugares donde se implementó el sistema de plantación con personas procedentes de aquellas tierras”.
En nuestras indagatorias y pesquisas hemos podido profundizar en el origen del vocablo cocolo. Para ello nos auxiliamos de trabajos escritos por folkloristas, sociólogos, historiadores, antropólogos e investigadores del tema. Además, nos nutrimos compilando y acomodando citas precisas al respecto; nos encontramos con disímiles pareceres interpretativos, algunos externados de manera ligera y poco confiables. Empero, lo cierto es, que la llegada de estos extranjeros cocolos causó una amplitud de miradas escrutadoras, cuyas apreciaciones se valoraron desde ángulos opuestos, imponiéndose, quizás, sin que sea el correcto, el de mayor sonido popular.
Aun no hay acuerdo entre los teóricos y eruditos sobre la consideración conceptual del término cocolo. Y, aunque no lo parezca, ello tiene una importancia cultural, antropológica, sociológica e histórica que ha servido de inspiración poética e intelectual, y pautas de diagnósticos historiográficos en la cronología del proceso de desarrollo de la industria azucarera en San Pedro de Macorís, y del país. En tanto aparece el origen auténtico de la raíz de esta palabra, podemos apuntar que los cocolos, como tales, por haber demostrado obediencia, respeto y capacidad en sus oficios y por su comportamiento, se han ganado el aprecio de la población de San Pedro de Macorís y de muchísimo más allá.
Tomado del libro El rey del Momise, los cocolos y los Guloyas en la industria azucarera de San Pedro de Macorís, Capitulo 5, Paginas 151 hasta la 168, impreso en Editora Amigo del Hogar, Santo Domingo, en junio 2023, de la autoría de Enrique Cabrera Vásquez

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Comentario editorial: El ensayo de Enrique Cabrera Vásquez, “Origen y versiones encontradas sobre el vocablo ‘cocolo’”, constituye una valiosa contribución al entendimiento de la identidad cultural de San Pedro de Macorís. Con una mirada crítica y documentada, el autor explora las múltiples capas históricas, lingüísticas y sociales que envuelven este término, cuya carga simbólica ha evolucionado desde la migración antillana hasta convertirse en un emblema del orgullo petromacorisano.

Cabrera Vásquez no se limita a una sola versión del origen del vocablo, sino que presenta un abanico de interpretaciones —desde las raíces africanas y anglófonas hasta su resignificación en el contexto dominicano—, lo que enriquece el debate y evidencia la complejidad de los procesos de mestizaje cultural. Su enfoque pluralista invita a la reflexión sobre cómo los pueblos resignifican palabras que en algún momento fueron utilizadas de forma peyorativa, transformándolas en símbolos de resistencia y pertenencia.

Este trabajo no solo es un aporte al estudio del lenguaje popular, sino también una defensa del patrimonio inmaterial de una comunidad que ha sabido forjar su identidad a través de la música, el trabajo, la religiosidad y la memoria colectiva. En tiempos donde la globalización tiende a homogeneizar las culturas, investigaciones como esta nos recuerdan la importancia de preservar y valorar nuestras raíces.

sábado, 28 de junio de 2025

Movimiento Marcelino Vega mantiene convocatoria a gran Asamblea General

Movimiento Marcelino Vega mantiene convocatoria a gran Asamblea General

28 de junio de 2028
Santo Domingo.- El Movimiento Marcelino Vega reitera su convocatoria oficial y confirma que se mantiene firme la celebración de su gran Asamblea Nacional, pautada para este sábado 28 de junio, a partir de las 9:00 de la mañana, en la sede del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP).

El llamado lo encabezan José Beato, secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP), miembro del Comité Ejecutivo Nacional del Movimiento y precandidato a la presidencia del CDP, junto al actual presidente del CDP, Aurelio Henríquez, también miembro del Comité Ejecutivo del Movimiento Marcelino Vega.

Durante esta importante asamblea se presentarán los precandidatos oficiales del movimiento:

Siddy Roque, aspirante a la presidencia del Instituto de Previsión y Protección del Periodista (IPPP)

Ana Inoa, aspirante a la presidencia del Tribunal Disciplinario

Manuel Ureña, aspirante a la secretaría general del SNTP

Francisco Marte, aspirante a la secretaría general de la seccional del Distrito Nacional del CDP

En el encuentro se llevará a cabo el proceso de escogencia formal de los candidatos del Movimiento Marcelino Vega para las elecciones del CDP, el SNTP, el IPPP, el Tribunal Disciplinario y la seccional del Distrito Nacional.

El Movimiento reitera que la convocatoria sigue en pie y está dirigida a toda su militancia, tanto del CDP como del SNTP.

¡La participación de todos es esencial para seguir fortaleciendo nuestro movimiento y el gremio periodístico nacional!