Especialista del BM propone la educación superior técnica para aumentar la productividadDiego Ángel Urdinola cree que puede mejorar al mismo tiempo la competitividad
La experiencia internacional ha demostrado que la educación superior técnica y tecnológica tiene potencial para aumentar la productividad, y mejorar al mismo tiempo la competitividad y las oportunidades de incorporarse a la fuerza laboral. Así lo afirma Diego Ángel Urdinola economista del Banco Mundial (BM) en un artículo colgado en la página web de la institución.
“La educación técnica ha abierto puertas y oportunidades de trabajo para los jóvenes de todo el mundo, y ALC no debería ser la excepción. Los responsables de la formulación de las políticas de toda la región deberían tomar nota de esto y empezar a asignar una prioridad más alta a la reforma de la educación”, asegura.
A continuación, el artículo:
América Latina: ¿es la mejora de la educación superior técnica y tecnológica la respuesta?
Un nuevo estudio del Banco Mundial encuentra que algunos técnicos chilenos con un título de dos años tienen retornos educativos ligeramente más bajos que los de los profesionales. (Photo: Dominic Chavez/World Bank)
Hace dos años, Pedro Flores, de 23 años de edad, se convirtió en un técnico especializado en energía renovable, todo gracias a un título que obtuvo de un instituto técnico de Maule, ubicado en una de las zonas más pobres de Chile. Al terminar su carrera en tan solo dos años, Flores se convirtió en la única persona de su familia en obtener un título avanzado. Hoy vive en Santiago y trabaja para una empresa privada multinacional de energía solar, donde gana un sueldo competitivo, solo un poco inferior al salario promedio percibido por los profesionales que ingresan en este campo y que en su mayoría pasaron más de cinco años en la universidad.
Los beneficios de los programas técnicos de educación superior más cortos
El éxito de Flores es un recordatorio importante de los beneficios de los programas de educación técnica más cortos y más focalizados, que se están convirtiendo cada vez más en una alternativa viable a los programas universitarios tradicionales. La educación técnica y tecnológica es un tipo de educación superior de corta duración (que puede o no centrarse en las esferas técnicas y tecnológicas) comúnmente impartida en el marco de un plan de estudios de educación postsecundaria de dos años de duración, que no está diseñado para la obtención de un título de licenciatura universitaria. Por ejemplo, Flores se incorporó al mercado laboral tan solo dos años después, y contribuyó así activamente a la fuerza de trabajo del país, un logro muy notable dado que menos del 35 % de todos los jóvenes chilenos de entre 15 y 24 años participa activamente en la fuerza laboral de Chile, según datos de 2017 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
De hecho, la historia de Flores demuestra los posibles beneficios de la educación superior técnica y tecnológica eficiente. También es coherente con las conclusiones de un reciente estudio del Banco Mundial titulado “At a Crossroads: Higher Education in Latin America and the Caribbean” (Momento decisivo: La educación superior en América Latina y el Caribe), (i) donde se concluye que algunos técnicos chilenos con un título de dos años en campos específicos —como arte, ciencia y tecnología— reportan beneficios de la educación tan solo un poco inferiores a los de profesionales de estos campos con títulos universitarios de cinco años. Sin embargo, el logro de Flores no es corriente, sobre todo en una región donde la educación superior técnica y tecnológica sigue siendo escasa, encara desafíos significativos y tiene poco éxito.
Mayor acceso a la educación superior, pero impacto reducido en la productividad
En los últimos años, el acceso a la educación superior en la región de América Latina y el Caribe (ALC) aumentó extraordinariamente: la tasa bruta de matrícula pasó del 21 % al 40 % entre 2000 y 2010, uno de los crecimientos más rápidos del mundo. Comúnmente, contar con una educación superior eleva la productividad laboral y el crecimiento económico, pero ello no ha sucedido en el caso de ALC, donde la productividad de los trabajadores sigue estancada, a pesar del rápido crecimiento de la educación superior. Hay varias explicaciones para este fenómeno, como, por ejemplo, la calidad, adecuación y pertinencia reducidas de la educación superior. Pero cualquiera sea la razón, este fenómeno sigue siendo uno de los desafíos más importantes para el desarrollo sostenible y la reducción de la pobreza en la región (gráfico 1).
Tasas brutas de matrícula en la educación superior frente a la productividad de los trabajadores en ALC [2000-2015]
Gráfico 1: Tasas brutas de matrícula en la educación superior frente a la productividad de los trabajadores en ALC entre 2000 y 2015
– Rendimiento por trabajador (USD internacionales de 2011 utilizando las tasas de paridad del poder adquisitivo)
– Tasa bruta de matrícula en la educación superior.
Fuentes: Indicadores Clave del Mercado de Trabajo (KILM) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
La educación superior técnica puede mejorar la productividad y atraer a las personas jóvenes a la fuerza laboral
La educación superior técnica bien diseñada y aplicada tiene potencial para elevar la productividad de los trabajadores y la integración en el mercado de trabajo. Además, como es de más corta duración (tan solo dos o tres años), ayuda a reducir la deserción estudiantil y mejora las tasas de participación en la fuerza laboral. Los programas de estudio y trabajo, que combinan el aprendizaje en el empleo con la formación técnica o profesional, son un buen ejemplo de esto. En los países que han adoptado este modelo, como Estados Unidos, Alemania, Suecia, y Suiza, se registran tasas de participación de los jóvenes en la fuerza de trabajo de entre el 50 % y el 65 %, y estas son más altas que el nivel promedio en toda ALC. Por otra parte, algunos países de ALC con altas tasas brutas de matrícula en la educación superior, como Chile, Argentina, y México, tienen tasas de participación de los jóvenes en la fuerza laboral que oscilan entre el 35 % y el 45 %, niveles que, sumados al estancamiento de la productividad, siguen socavando el crecimiento económico.
Potencial sin aprovechar
La mayor parte del total de la matriculación en la educación superior en ALC sigue correspondiendo a programas académicos tradicionales de cinco años de duración. Según el artículo “Higher Education in Latin America: Trends and Explanations” (Educación Superior en América Latina: Tendencias y Explicaciones), (i) publicado en 2013, solo alrededor del 15 % de las personas de ALC que alguna vez se matricularon en la educación superior ha obtenido títulos técnicos (frente al 25 % en todo el mundo). Esta proporción se ha mantenido en gran parte invariable en los últimos 20 años.
Con tan solo unas pocas excepciones (como Colombia, Brasil y Chile), la educación técnica sigue siendo reducida en toda ALC, y la mayoría de los esfuerzos para promover la educación superior siguen centrándose en las universidades. El desafío se acentúa por el hecho de que los programas técnicos de la región acarrean un estigma y carecen de prestigio, y muchas personas jóvenes siguen prefiriendo la enseñanza académica general (a nivel secundario y terciario). Asimismo, muchas personas con títulos técnicos topan con un “techo” en sus carreras y no logran promociones en el trabajo con tanta rapidez como aquellas que tienen títulos académicos tradicionales.
Además, los programas de educación superior técnica que existen en ALC no atienden en gran medida a las necesidades del sector privado. En muchos países, una multitud de proveedores de baja calidad que operan en un mercado en general no regulado son los que ofrecen estos programas. Con la excepción de unos pocos países (como Brasil y Costa Rica), los programas de educación superior técnica carecen de sistemas de aprendizaje que combinan estudio y trabajo a gran escala. Asimismo, con excepción de México y Chile, muchos de estos programas se centran en el sector de servicios (es decir, contabilidad, turismo e informática) y ponen menos énfasis en la actividad manufacturera, la agroindustria y los sectores de alta tecnología. En muchos casos, esto sucede porque los programas y las instituciones no invierten lo suficiente en equipo y laboratorios.
Un componente del programa de reforma de la educación superior
La experiencia internacional ha demostrado que la educación superior técnica y tecnológica tiene potencial para aumentar la productividad, y mejorar al mismo tiempo la competitividad y las oportunidades de incorporarse a la fuerza laboral. La experiencia también ha demostrado que, incluso en los contextos más desarrollados, no todos los ciudadanos tienen acceso a la educación universitaria, pero que las personas jóvenes pueden seguir siendo competitivas en el mercado de trabajo aún sin tener educación universitaria. Como lo ha demostrado la experiencia de países, como Estados Unidos, Suiza y Alemania, es posible prosperar en el mercado de trabajo gracias a la adquisición de conocimientos especializados en las esferas técnica y tecnológica, conocimientos estos para los que sigue habiendo demanda y que continúan siendo esenciales para el crecimiento. La educación técnica ha abierto puertas y oportunidades de trabajo para los jóvenes de todo el mundo, y ALC no debería ser la excepción. Los responsables de la formulación de las políticas de toda la región deberían tomar nota de esto y empezar a asignar una prioridad más alta a la reforma de la educación. https://www.eldinero.com.do/55573/especialista-del-bm-propone-la-educacion-superior-tecnica-para-aumentar-la-productividad/
La experiencia internacional ha demostrado que la educación superior técnica y tecnológica tiene potencial para aumentar la productividad, y mejorar al mismo tiempo la competitividad y las oportunidades de incorporarse a la fuerza laboral. Así lo afirma Diego Ángel Urdinola economista del Banco Mundial (BM) en un artículo colgado en la página web de la institución.
“La educación técnica ha abierto puertas y oportunidades de trabajo para los jóvenes de todo el mundo, y ALC no debería ser la excepción. Los responsables de la formulación de las políticas de toda la región deberían tomar nota de esto y empezar a asignar una prioridad más alta a la reforma de la educación”, asegura.
A continuación, el artículo:
América Latina: ¿es la mejora de la educación superior técnica y tecnológica la respuesta?
Un nuevo estudio del Banco Mundial encuentra que algunos técnicos chilenos con un título de dos años tienen retornos educativos ligeramente más bajos que los de los profesionales. (Photo: Dominic Chavez/World Bank)
Hace dos años, Pedro Flores, de 23 años de edad, se convirtió en un técnico especializado en energía renovable, todo gracias a un título que obtuvo de un instituto técnico de Maule, ubicado en una de las zonas más pobres de Chile. Al terminar su carrera en tan solo dos años, Flores se convirtió en la única persona de su familia en obtener un título avanzado. Hoy vive en Santiago y trabaja para una empresa privada multinacional de energía solar, donde gana un sueldo competitivo, solo un poco inferior al salario promedio percibido por los profesionales que ingresan en este campo y que en su mayoría pasaron más de cinco años en la universidad.
Los beneficios de los programas técnicos de educación superior más cortos
El éxito de Flores es un recordatorio importante de los beneficios de los programas de educación técnica más cortos y más focalizados, que se están convirtiendo cada vez más en una alternativa viable a los programas universitarios tradicionales. La educación técnica y tecnológica es un tipo de educación superior de corta duración (que puede o no centrarse en las esferas técnicas y tecnológicas) comúnmente impartida en el marco de un plan de estudios de educación postsecundaria de dos años de duración, que no está diseñado para la obtención de un título de licenciatura universitaria. Por ejemplo, Flores se incorporó al mercado laboral tan solo dos años después, y contribuyó así activamente a la fuerza de trabajo del país, un logro muy notable dado que menos del 35 % de todos los jóvenes chilenos de entre 15 y 24 años participa activamente en la fuerza laboral de Chile, según datos de 2017 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
De hecho, la historia de Flores demuestra los posibles beneficios de la educación superior técnica y tecnológica eficiente. También es coherente con las conclusiones de un reciente estudio del Banco Mundial titulado “At a Crossroads: Higher Education in Latin America and the Caribbean” (Momento decisivo: La educación superior en América Latina y el Caribe), (i) donde se concluye que algunos técnicos chilenos con un título de dos años en campos específicos —como arte, ciencia y tecnología— reportan beneficios de la educación tan solo un poco inferiores a los de profesionales de estos campos con títulos universitarios de cinco años. Sin embargo, el logro de Flores no es corriente, sobre todo en una región donde la educación superior técnica y tecnológica sigue siendo escasa, encara desafíos significativos y tiene poco éxito.
Mayor acceso a la educación superior, pero impacto reducido en la productividad
En los últimos años, el acceso a la educación superior en la región de América Latina y el Caribe (ALC) aumentó extraordinariamente: la tasa bruta de matrícula pasó del 21 % al 40 % entre 2000 y 2010, uno de los crecimientos más rápidos del mundo. Comúnmente, contar con una educación superior eleva la productividad laboral y el crecimiento económico, pero ello no ha sucedido en el caso de ALC, donde la productividad de los trabajadores sigue estancada, a pesar del rápido crecimiento de la educación superior. Hay varias explicaciones para este fenómeno, como, por ejemplo, la calidad, adecuación y pertinencia reducidas de la educación superior. Pero cualquiera sea la razón, este fenómeno sigue siendo uno de los desafíos más importantes para el desarrollo sostenible y la reducción de la pobreza en la región (gráfico 1).
En los últimos años, el acceso a la educación superior en la región de América Latina y el Caribe (ALC) aumentó extraordinariamente: la tasa bruta de matrícula pasó del 21 % al 40 % entre 2000 y 2010, uno de los crecimientos más rápidos del mundo. Comúnmente, contar con una educación superior eleva la productividad laboral y el crecimiento económico, pero ello no ha sucedido en el caso de ALC, donde la productividad de los trabajadores sigue estancada, a pesar del rápido crecimiento de la educación superior. Hay varias explicaciones para este fenómeno, como, por ejemplo, la calidad, adecuación y pertinencia reducidas de la educación superior. Pero cualquiera sea la razón, este fenómeno sigue siendo uno de los desafíos más importantes para el desarrollo sostenible y la reducción de la pobreza en la región (gráfico 1).
Tasas brutas de matrícula en la educación superior frente a la productividad de los trabajadores en ALC [2000-2015]
Gráfico 1: Tasas brutas de matrícula en la educación superior frente a la productividad de los trabajadores en ALC entre 2000 y 2015
Gráfico 1: Tasas brutas de matrícula en la educación superior frente a la productividad de los trabajadores en ALC entre 2000 y 2015
– Rendimiento por trabajador (USD internacionales de 2011 utilizando las tasas de paridad del poder adquisitivo)
– Tasa bruta de matrícula en la educación superior.
Fuentes: Indicadores Clave del Mercado de Trabajo (KILM) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
– Tasa bruta de matrícula en la educación superior.
Fuentes: Indicadores Clave del Mercado de Trabajo (KILM) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
La educación superior técnica puede mejorar la productividad y atraer a las personas jóvenes a la fuerza laboral
La educación superior técnica bien diseñada y aplicada tiene potencial para elevar la productividad de los trabajadores y la integración en el mercado de trabajo. Además, como es de más corta duración (tan solo dos o tres años), ayuda a reducir la deserción estudiantil y mejora las tasas de participación en la fuerza laboral. Los programas de estudio y trabajo, que combinan el aprendizaje en el empleo con la formación técnica o profesional, son un buen ejemplo de esto. En los países que han adoptado este modelo, como Estados Unidos, Alemania, Suecia, y Suiza, se registran tasas de participación de los jóvenes en la fuerza de trabajo de entre el 50 % y el 65 %, y estas son más altas que el nivel promedio en toda ALC. Por otra parte, algunos países de ALC con altas tasas brutas de matrícula en la educación superior, como Chile, Argentina, y México, tienen tasas de participación de los jóvenes en la fuerza laboral que oscilan entre el 35 % y el 45 %, niveles que, sumados al estancamiento de la productividad, siguen socavando el crecimiento económico.
Potencial sin aprovechar
La mayor parte del total de la matriculación en la educación superior en ALC sigue correspondiendo a programas académicos tradicionales de cinco años de duración. Según el artículo “Higher Education in Latin America: Trends and Explanations” (Educación Superior en América Latina: Tendencias y Explicaciones), (i) publicado en 2013, solo alrededor del 15 % de las personas de ALC que alguna vez se matricularon en la educación superior ha obtenido títulos técnicos (frente al 25 % en todo el mundo). Esta proporción se ha mantenido en gran parte invariable en los últimos 20 años.
Con tan solo unas pocas excepciones (como Colombia, Brasil y Chile), la educación técnica sigue siendo reducida en toda ALC, y la mayoría de los esfuerzos para promover la educación superior siguen centrándose en las universidades. El desafío se acentúa por el hecho de que los programas técnicos de la región acarrean un estigma y carecen de prestigio, y muchas personas jóvenes siguen prefiriendo la enseñanza académica general (a nivel secundario y terciario). Asimismo, muchas personas con títulos técnicos topan con un “techo” en sus carreras y no logran promociones en el trabajo con tanta rapidez como aquellas que tienen títulos académicos tradicionales.
Además, los programas de educación superior técnica que existen en ALC no atienden en gran medida a las necesidades del sector privado. En muchos países, una multitud de proveedores de baja calidad que operan en un mercado en general no regulado son los que ofrecen estos programas. Con la excepción de unos pocos países (como Brasil y Costa Rica), los programas de educación superior técnica carecen de sistemas de aprendizaje que combinan estudio y trabajo a gran escala. Asimismo, con excepción de México y Chile, muchos de estos programas se centran en el sector de servicios (es decir, contabilidad, turismo e informática) y ponen menos énfasis en la actividad manufacturera, la agroindustria y los sectores de alta tecnología. En muchos casos, esto sucede porque los programas y las instituciones no invierten lo suficiente en equipo y laboratorios.
Con tan solo unas pocas excepciones (como Colombia, Brasil y Chile), la educación técnica sigue siendo reducida en toda ALC, y la mayoría de los esfuerzos para promover la educación superior siguen centrándose en las universidades. El desafío se acentúa por el hecho de que los programas técnicos de la región acarrean un estigma y carecen de prestigio, y muchas personas jóvenes siguen prefiriendo la enseñanza académica general (a nivel secundario y terciario). Asimismo, muchas personas con títulos técnicos topan con un “techo” en sus carreras y no logran promociones en el trabajo con tanta rapidez como aquellas que tienen títulos académicos tradicionales.
Además, los programas de educación superior técnica que existen en ALC no atienden en gran medida a las necesidades del sector privado. En muchos países, una multitud de proveedores de baja calidad que operan en un mercado en general no regulado son los que ofrecen estos programas. Con la excepción de unos pocos países (como Brasil y Costa Rica), los programas de educación superior técnica carecen de sistemas de aprendizaje que combinan estudio y trabajo a gran escala. Asimismo, con excepción de México y Chile, muchos de estos programas se centran en el sector de servicios (es decir, contabilidad, turismo e informática) y ponen menos énfasis en la actividad manufacturera, la agroindustria y los sectores de alta tecnología. En muchos casos, esto sucede porque los programas y las instituciones no invierten lo suficiente en equipo y laboratorios.
Un componente del programa de reforma de la educación superior
La experiencia internacional ha demostrado que la educación superior técnica y tecnológica tiene potencial para aumentar la productividad, y mejorar al mismo tiempo la competitividad y las oportunidades de incorporarse a la fuerza laboral. La experiencia también ha demostrado que, incluso en los contextos más desarrollados, no todos los ciudadanos tienen acceso a la educación universitaria, pero que las personas jóvenes pueden seguir siendo competitivas en el mercado de trabajo aún sin tener educación universitaria. Como lo ha demostrado la experiencia de países, como Estados Unidos, Suiza y Alemania, es posible prosperar en el mercado de trabajo gracias a la adquisición de conocimientos especializados en las esferas técnica y tecnológica, conocimientos estos para los que sigue habiendo demanda y que continúan siendo esenciales para el crecimiento. La educación técnica ha abierto puertas y oportunidades de trabajo para los jóvenes de todo el mundo, y ALC no debería ser la excepción. Los responsables de la formulación de las políticas de toda la región deberían tomar nota de esto y empezar a asignar una prioridad más alta a la reforma de la educación. https://www.eldinero.com.do/55573/especialista-del-bm-propone-la-educacion-superior-tecnica-para-aumentar-la-productividad/