La Mesa de Seguimiento sobre la crisis de Haití es una saludable iniciativa para apoderar a la comunidad internacional de una posición unificada sobre la problemática.
De antemano puede asegurarse que la propuesta del liderazgo político coincidirá con la fórmula presentada por el presidente Luis Abinader ante las Naciones Unidas, pero por ese motivo deja de ser importante.
En lugar de buenas señales sobre la restauración de la seguridad y avances en la gobernabilidad, en la Nación se observa un inquietante retroceso, además de un deterioro en las condiciones de vida.
Gracias a la apertura del mercado binacional de Dajabón los haitianos han encontrado un medio para abastecerse de productos alimenticios. La crisis de combustible ha limitado, además del transporte, el comercio de mercancías y otras actividades. A pesar de lo traumático que es la situación de Haití la comunidad internacional no ha dado señal alguna de sumarse a la búsqueda de soluciones.
Hasta en el caso del secuestro de los 17 misioneros estadounidenses y canadienses se ha actuado con timidez.
La Mesa de Seguimiento que promueve Abinader representa un encomiable esfuerzo para llamar la atención de una indiferente comunidad internacional, pero sobre todo de una potencia como Estados Unidos. Es importante que cualquier alternativa que se haga cuente con el respaldo de los más amplios sectores nacionales.
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