Puntos de vista sábado, 25 de marzo de 2017
La indignación no es suficiente
Eduardo Sanz Lovaton
¡Indignaos! Con ese grito el miembro de la resistencia francesa y filósofo Stéphane Hesell le recordó al mundo ideas sobre la cual motorizar grandes movilizaciones y encabezar movimientos reformadores. Inicialmente una crítica al neoliberalismo y los regímenes de gran austeridad implantados en Europa luego de la crisis financiera generada por las hipotecas Sub-prime, hoy es mucho más. De sus postulados derivaron inspiración en movimientos democráticos y populistas.
El mundo ha asistido desde el año 2008 a la fecha a un gran renacer de la crítica política. Esas indignaciones que, aunque comenzaron con esperanza en los países árabes y en algunos de Europa del Este como Ucrania, no han tenido resultados concretos de mejora en la gobernanza o en la calidad de vida de esos países de gran fragilidad democrática. En los países democráticos occidentales la incredulidad y apatía con las élites dominantes ha tenido resultados electorales sorprendentes. Ya sea el Brexit, la irrupción de Podemos en España, el triunfo de Donald Trump, las posibilidades reales de Marie Le Pen en Francia, todos estos fenómenos demuestran la gran frustración en esos países.
Ahora América Latina, y en nuestro país en particular, no hemos sido del todo indiferentes a estos procesos de indignación. En Brasil se evidenciaron grandes protestas que fueron el preludio a la destitución de Dilma y el inicio de procesos judiciales que han conmovido a todo el continente. El 22 de enero pasado, nuestro país fue testigo de una gran demostración de civismo del pueblo dominicano. Luego de ese día los organizadores del movimiento Verde, políticos de oposición y organismos de la sociedad civil han arreciado en contra de la impunidad en la que opera la élite política y empresarial dominicana.
En todos los foros donde hemos participado, hemos saludado esa indignación en gran medida de factura clase media profesional y hasta intelectual. Sin embargo, hoy me pregunto: ¿Será esta indignación o esta protesta suficiente para introducir cambios reales? Creo que esa es la cuestión esencial que todos los dominicanos de buena voluntad debemos responder. A simple vista, debemos admitir que con indignación no basta. La indignación, si bien puede ser el motor, por sí sola no anda, por sí sola no logra. Hace falta además la articulación real de ideas y objetivos. Hace falta el pragmatismo para conciliar intereses muchas veces disímiles. Hace falta superar las ambiciones grupales y las ambiciones individuales. Es más, me atrevo a afirmar que la gran apuesta de los cómplices de toda esta impunidad es a la inmadurez o a la insensatez de los protestantes indignados. El gran reto de los orientadores de esta sociedad, ya sean políticos, religiosos, empresarios, sindicalistas, periodistas, es ver como nos unimos en grandes principios y con responsabilidad los empujamos.
No importa qué tanto nos repugne el gobierno, gobierno siempre habrá. Poco importa que tanto nos asqueen los políticos, quizás con otros nombres pero políticos siempre habrá. La frontera entre la impunidad reinante y un posible régimen de consecuencias es que sean otros los que nos manden, los que nos hagan leyes y los que nos juzguen. En otras palabras, si el asco nos lleva al abandono del escenario, si la indignación nos lleva a la indiferencia, si la protesta nos regala el deseo de lo imposible, entonces todo habrá sido para confirmar el régimen existente de que en la República Dominicana gobierna una mafia de la que por acción u omisión gran parte del país es parte.
Por eso, además de indignarnos, el llamado debe ser el de involucrarnos y participar. ¿Cómo hacerlo? Pues eligiendo y admirando líderes que reúnan trayectorias que se parezcan a unos ideales donde muchos debemos coincidir. El llamado es a participar ya sea en un partido, ya sea en un organismo civil, en una junta de vecinos o donde se pueda, pero actuando entre gente y empujando y exigiendo. Sin esto estamos sólo nos desahogamos. Y con ese desahogo quizás nos podremos sentir bien por un tiempo, pero luego estaríamos estafando a nuestras futuras generaciones.
¿Son malos los partidos? Cambiémoslos. ¿Son malos y ladrones los políticos? Elijamos otros. Así la cosa, protestamos o actuamos. Lo primero nos condena, mientras que lo segundo, sin ser seguro, nos da por lo menos la posibilidad de romper las cadenas de la complicidad.
Para concluir, cito las palabras de Edward Kennedy en el funeral de su hermano Robert: “Siempre vivió bajo el lema de que hay quienes ven las cosas como están y se preguntan ¿Por qué? Y quienes sueñan en como las cosas pudieran ser y se preguntan ¿por qué no?”.
http://www.listindiario.com/puntos-de-vista/2017/03/25/459335/la-indignacion-no-es-suficiente
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