Foro de Davos / Foro Económico Mundial (WEF) / 20 al 23 de enero
Davos. ¿Reuniones creativas o club de privilegiados?
Todos los años, durante el mes de febrero, se produce la reunión de los principales líderes, intelectuales y hombres más poderosos del planeta, en la ciudad suiza de Davos, para debatir y manifestarse acerca de las mayores problemáticas de mundo. Los resultados del último cónclave llevan a plantearse la pregunta del título, cuyo sentido analiza nuestra corresponsal en Canadá, Ana Mayte Mendía de Coria.
Por Ana-Mayte (Mendia) Coria.
La cumbre del Foro Económico Mundial (World Economic Forum) celebrado en Davos, Suiza, en los primeros días de febrero tuvo, como es de rigor cada año, protagonistas de renombre. Jefes de estado, poderosos ejecutivos, conocidos pensadores, investigadores de prestigio e inclusive líderes sindicalistas pagaron cerca de $30.000 (USA) para acudir a la cita anual en esta pequeña estación invernal. El Foro es una asociación de gobiernos, empresas, intelectuales y otros líderes de la sociedad civil que se reúnen para mejorar el estado del mundo. Incorporado desde 1971 como fundación, el Foro Económico Mundial es independiente, imparcial, no busca lucro y no está atado a ningún interés político ni nacional.
No es el lujo lo que atrae a sus asistentes. La mayoría se hospeda en habitaciones de reducidas dimensiones dentro de pequeños hoteles con escasas comodidades. No eran vacaciones. El evento de seis días de duración constaba de un apretado programa, con sesiones que comenzaban a primera hora de la mañana y terminaban bien entrado el anochecer. Incluso los altos ejecutivos de algunas de las mayores corporaciones del planeta se vieron obligados a hacer cola a la intemperie para someterse a severos controles de seguridad antes de acceder a las instalaciones del Centro de Congresos.
Sede del Foro Económico Mundial en Davos.
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Fotógrafo Andy Mettler
Lo que los llevó a Davos es la búsqueda de la última Gran Idea, la oportunidad de ver y escuchar a las actuales estrellas internacionales del panorama político, intelectual y comercial y, por supuesto, a relacionarse. Este año no hubo ninguna nueva Gran Idea, a pesar de que no faltaron las estrellas. Desde el Presidente sudafricano Nelson Mandela y el secretario general de las naciones Unidas Kofi Annan hasta el vicepresidente norteamericano Al Gore y el canciller alemán Gerhard Schroeder, pasando por el fundador de CNN, Ted Turner, que en parte debe su popularidad a su decisión de donar un billón de dólares a las Naciones Unidas. Las estrellas de años anteriores --Bill Gates entre otras-- pasaron esta vez relativamente desapercibidas.
La interacción social de los participantes les permite intercambiar perspectivas y discutir asuntos de relevancia internacional. No obstante, este año la cumbre anual ha transcurrido sin aportar nuevas ideas al panorama mundial. A falta de una nueva Gran Idea, los participantes tuvieron que aceptar que el mundo parece condenado a continuar con la volatilidad e incertidumbre generada por la crisis financiera asiática. La situación podría incluso empeorar, ya que nadie parece saber como manejar el sistema económico mundial. ¿Nadie sabe o no existe la voluntad?
Nelson Mandela en el Foro Económico Mundial.
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Fotógrafo Andy Mettler
Por supuesto que abundaron los discursos. Se habló de la necesidad de un "trampolín" que permita saltar hasta el nuevo modelo de economía. Hubo acuerdo en que las vidas de mucha gente estaban sufriendo dislocación debido a la globalización. Se reconoció la importancia de la educación para poder hacer frente a los retos que la nueva economía presenta. Es obvio que cuando entre un 25 y 40% de adultos son "funcionalmente" analfabetos (o sea, no poseen los conocimientos necesarios para funcionar en el campo laboral especializado de nuestros días) la necesidad de educar a las masas se hace mas patente. Tristemente nos encontramos con que un gran número de gobiernos han tomado medidas totalmente opuestas al haber rebajado sus presupuestos destinados a la educación y encarecido --a veces hasta niveles imposibles de superar-- las matrículas universitarias, como es el caso de la provincia de Ontario en Canadá. Es obvio también que a mayor el número de marginados mayor es el riesgo de desestabilización, ya que no se puede esperar lealtad a las instituciones por parte de una población socialmente excluida. El desarrollo económico sólo puede alcanzarse si va de la mano de un desarrollo social justo o sea, que además del "trampolín" se necesita "la red" para evitar las caídas mortales.
Lo triste y lamentable es que los discursos brillantes por parte de los numerosos y famosos participantes no cristalizaron en medidas palpables dirigidas a poner en práctica lo que se decía en el podio. Al final de los seis días no hubo declaraciones conjuntas de colaboración. Al igual que sucede con las cumbres anuales de los Siete Grandes (G-7), si no hay activismo fuera del podio las reuniones se convierten en meros encuentros de miembros de un club de privilegiados. Al reconocimiento de problemas no puede seguirle una serie de declaraciones ambiguas o huecas si se quiere tener una cierta credibilidad.
La globalización --enjaezada con los arneses apropiados-- no es un problema sino todo lo contrario. Puede contribuir positivamente a mejorar la calidad de vida de todo el planeta. Lo que puede convertir la globalización en algo problemático y negativo es la incapacidad de esos mismos líderes reunidos en Davos de garantizar que no estamos hablando de dos globalizaciones: la del enriquecimiento de unos pocos y la del empobrecimiento del resto. La globalización pone al alcance los medios para levantar hasta un nivel humano las condiciones de vida de gentes que hoy viven en condiciones infrahumanas. Pero... ¿existe auténtica voluntad de levantar el nivel de los menos afortunados o estamos viviendo "posturas de escaparate", golpes de pecho "de cara a la galería" que contribuyan a calmar los ánimos pero carentes de intención?
El Secretario de las Naciones Unidas, Kofi Annan.
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Fotógrafo Andy Mettler
Hasta aquí lo que está claro es que con la apertura de fronteras se han beneficiado las grandes empresas multinacionales que, sean de la bandera que sean, lo que buscan en la globalización son mercados que les ofrezcan mano de obra barata, naciones sin una legislación vigente que les exija controlar las emanaciones tóxicas y bajas cargas impositivas. Algunas son cómplices de ayudar a mantener gobiernos antidemocráticos a cambio de que esos gobiernos hagan la vista gorda a sus prácticas laborales. Unas prácticas, por otra parte, que no habrían podido mantener en sus países de origen porque existe legislación que se lo impediría. Cuando las empresas que se instalan en países pobres o subdesarrollados se dediquen a levantar el nivel de vida de sus habitantes a base de ofrecer compensación salarial justa estaremos hablando de una globalización con rostro humano. Mientras tanto estamos hablando de echar abajo las barreras y fronteras para maximizar las ganancias y minimizar las obligaciones sociales, que las empresas deberían cumplir como las que realizamos los individuos.
A pesar de reuniones cumbre como la de Davos, cada día se hace más patente la irrelevancia de los gobiernos, a los que vemos atados de pies y manos e incapaces de dictar y dirigir los destinos de sus naciones. Aun peor, algunos de ellos se han convertido en herramientas manejadas por intereses que no son los del pueblo. Si la globalización se inició porque se tomaron medidas que condujeron a ella, porque se flexibilizó la política nacionalista o proteccionista, de la misma manera se pueden ahora tomar medidas encaminadas no a detenerla pero sí a llevarla a un cauce razonable y humano.
El Vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore.
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Fotógrafo Andy Mettler
Hay algo que no debemos perder de vista: los productos manufacturados en países tercermundistas no nos salen más económicos a los consumidores porque los costos de fabricación se hayan reducido a niveles irrisorios. En algunos casos es justamente todo lo contrario. Sirvan de ejemplo las zapatillas Nike por las que una masa de adolescentes cautivos de las propagandas --y de adultos con valores adulterados-- pagan cifras astronómicas. Los consumidores nos hemos tragado mansamente la píldora --machaconamente repetida por las propagandas-- de que triunfador es aquel que posee mayor cantidad de bienes materiales, cuanto más visibles mejor. Trabajamos más de lo que precisamos para VIVIR. Así, con mayúsculas. Aunque la frase sea manoseada: "vivimos para trabajar, no trabajamos para vivir". El precio que pagamos no son esos billetes y monedas que depositamos en el mostrador del comercio sino el tiempo robado a nuestras familias --que en algunos casos presentan síntomas de desintegración-- y el tiempo que nos robamos a nosotros mismos que podríamos emplear en actividades que nos levantaran el espíritu. El reverso de la moneda son esos millones de trabajadores --en algunos casos ni llegan a adolescentes-- que no pueden mantener a sus familias a menos que trabajen en esas factorías de propiedad extranjera sin derecho a protestar por las condiciones infrahumanas ni los bajos salarios porque sus gobernantes son cómplices y comen en la mesa de los ejecutivos.
Sala de prensa del Foro Económico Mundial en Davos.
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Fotógrafo Andy MettlerPara terminar. Las corporaciones --que no son sino sus accionistas-- se benefician de la falta de medidas para proteger el medio ambiente. Los habitantes de las zonas donde ellas se instalan sufren problemas de salud de todo tipo, la mayoría de ellos mortales a largo plazo. Cuando la corporación encuentre otro lugar donde asentarse que le reporte menor costo y más alto beneficio levantará anclas e iniciará la violación de otro espacio. ¿Acaso sería un desatino que en lugar de rendirles pleitesía se exigiera a esas multinacionales compensación por haberse beneficiado de lo que pertenecía a ese pueblo? No, sería hacer justicia. Pero, dada la actual impotencia --unida a la falta de voluntad-- de la mayoría de gobiernos... ¿quien le pone el cascabel al gato?
Mi visión particular de las sesiones de Davos es, debido a todo lo que antecede, negativa. Se ha perdido una gran oportunidad de poner en marcha una globalización en la que participemos todos. Una globalización en la que se implementen medidas de las que se beneficie la humanidad, no tan solo una mínima fracción de ella. Una globalización también en la que las reglas del juego no las dicte tan solo el poderoso sino que sean producto de reuniones creativas con el mayor número posible de participantes. Al fin y al cabo las ideas no son patrimonio exclusivo del poderoso.
Por invitación expresa del presidente chileno Eduardo Frei, el Foro Económico Mundial ha decidido celebrar su quinta Cumbre Económica de Mercosur por primera vez en Santiago de Chile del 5 al 7 de mayo próximo bajo el lema Latinoamérica por el Próximo Milenio. Considerando que tanto el país anfitrión como sus vecinos, Argentina y Uruguay, están próximos a celebrar elecciones ¿sería demasiado esperar que surja un líder capaz de darle un nuevo rumbo a la globalización? La Gran Idea que no se hizo presente en Suiza podría hacer su aparición en Sudamérica. Cerebros no faltan. Solo faltan oportunidades de hacerse oír.
http://www.almargen.com.ar/sitio/seccion/economia/davos/
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