Por CLAUDIO ACOSTA
c.acosta[@]hoy.com.do
Si es verdad, como dicen por ahí, que el estrangulamiento económico a que está siendo sometida la JCE guarda relación directa con las posiciones públicas de su presidente, el doctor Roberto Rosario, sobre la inmigración haitiana y la reelección presidencial, habría que convenir que el funcionario no está interesado en que esas relaciones mejoren, que se produzca un entendimiento que devuelva las aguas a su nivel, y evitar así que la “guerra de egos” que mantiene con el presidente Danilo Medina sea un obstáculo para la organización de un proceso electoral sin contratiempos ni sobresaltos que se supone superados. Porque solo eso explica que 24 horas después de que el presidente Medina anunció en San Pedro de Macorís que el gobierno apoyará la instalación de dos ingenios azucareros el doctor Rosario le advierta, desde su cuenta de twitter, que debe definir a tiempo quiénes procesarán las 32 mil tareas de caña que se sembrarían, “para evitar problemas después a los organismos que administramos políticas de control e identidad de la población”. Estoy seguro de que la insolencia no pasó inadvertida en el Palacio Nacional, donde habrá quien la considere, incluso, como una provocación, tan innecesaria –agrego yo– como peligrosa, pues solo contribuye a deteriorar aun mas unas relaciones que, por razones obvias, deberían ser fluidas y armoniosas. Nadie está diciendo aquí, atención bocinas, que el presidente de la JCE no tiene derecho a expresarse sobre lo que quiera cuando lo crea pertinente, tampoco que debe arrodillarse y mendigar los recursos que por ley le corresponden; pero su beligerancia, su intromisión en ámbitos y asuntos que les son claramente ajenos son incompatibles con la discreción, la prudencia, la ecuanimidad y el buen juicio que uno asocia con un árbitro, condición que el doctor Rosario ha puesto a un lado para dar paso al desmedido afán de protagonismo a que lo ha llevado el hecho de creerse presidenciable. (¡Zafa!)
http://hoy.com.do/el-arbitro-insolente/
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