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Por Carlos Sangiovanni
21 de mayo de 2015
Si Hitler no hubiera sido descalificado para ingresar a la Academia de Arte, en Viena (1907), el curso de la historia pudiera haber sido otro. El efecto devastador que tuvo sobre el joven pintor este rechazo fue perdurable; como marca indeleble sobre su conciencia arrastró el pesado lastre mientras seguía considerándose artista, ejerciendo el oficio, pintando estampas que vendía en las calles para sobrevivir.
Durante la primera guerra mundial, desde las trincheras siguió dibujando de forma incansable escenas propias de las circunstancias bélicas.
El espacio de tiempo de consternación y desidia mientras vivía miserablemente en el hospedaje para hombres, y los horrores de esa primera conflagración mundial, quizás fueron las circunstancias que conectaron la amarga introversión, que culminan con una mutación de artista inocuo y bohemio, en la oscura bestia en que se convirtió.
El posterior desarrollo de los acontecimientos que culminaron con la Segunda Guerra Mundial son hartos conocidos. Hitler, a la par que desarrollo su política belicista y de exterminio nunca abandono su refugio y pasión por la actividad pictórica, ya que a lo largo de toda su vida produjo mas de 2,000 cuadros entre dibujos, acuarelas y pinturas.
A diferencia de Winston Churchill, sus pinturas y dibujos no han tenido el valor adquisitivo conferidos a las del militar inglés, ya sea por la repulsa a las acciones de bestialidad del personaje o por las injustas valoraciones del mercado internacional del arte, que muchas veces se inclina ante intereses muy alejados de la particularidad del producto artístico. La obra mas cara vendida, de Adolf Hitler, fue una acuarela comprada por un coleccionista de Oriente quien pago la suma de 130.000 euros en una subasta de Kathrin Weidler realizada en el 2014. El precio fijado de inicio, para la pieza que muestra la imagen del antiguo Ayuntamiento de Múnich, fue de 4.500 euros.
Sus fanáticos seguidores, han defendido la calidad de la obra de su adalid, y han tratado con descrédito la critica que maneja con cierto menosprecio las realizaciones plasmadas por el dirigente nazi. Si bien consideramos, como escribimos en nuestro artículo anterior, que Hitler poseía destreza para el manejo de los paisajes y las escenas arquitectónicas, no dejamos de percibir los defectos que se vislumbran, en algunas de sus obras en el manejo de la perspectiva, la escala, y la figura humana en las composiciones integradas a ellas.
Lucía Hernández Soria, critica de arte de la Revista Digital Disidencia, en defensa de la obra artística del dictador alemán, expresa: “su pinturas son una travesía desde el romanticismo alemán al paisajismos del nacionalismo artístico ……mientras que los academicistas se dedicaban a la representación de la opulencia, el artista romántico (corriente en la que sitúa la obra de Hitler) buscó en la sencillez de lo cotidiano la belleza de la forma y la línea”, expresando además: “ Se ha dicho que Hitler fue rechazado de las academias artísticas por falta de talento, cuando la realidad es que la temática que manejaba dentro de sus acuarelas y bocetos era demasiado subversiva para los cánones estéticos del academismo formal y de los intereses culturales que estaban dirigidos como un recurso más del poder”, concluye.
El odio y la frustración que marco su corazón, fueron el aguijón posterior para utilizar su imaginación en hacer el mal a los considerados artistas y a su arte “degenerado”. Cuatro años después de su arribo al poder ( 1937 ) el Partido Nazi, por ordenes expresa de Hitler, organiza en Munich, de forma simultanea, dos exposiciones, la primera con obras realistas, idealizadas y románticas, que él consideraba representativas del verdadero arte, trabajos que “interpretaban el pensamiento del pueblo alemán”.
La segunda mostraba trabajos de 112 artistas considerados hoy modernos, con pinturas abstractas y expresionistas, entre los que figuraban algunos nombres notorios: Georg Grosz, Wassily Kandisky, Paul Klee, Emil Nolde y Max Beckmann. Los nazis hicieron todo lo posible para ridiculizar las obras presentadas en esta segunda muestra, tratando de lograr del público que las viera una reacción negativa y de rechazo hacia lo que allí de forma desorganizada se exhibía. Las piezas fueron amontonadas, mal colocadas, con letreros insultantes, divididas en salones catalogados despectivamente como: “arte de judíos o comunistas, arte que ofende el honor de las alemanas, arte que critica a los soldados alemanes, arte blasfemo” y finalmente una sala llamada “de la locura”, en la que se exponían cuadros abstractos y de la que el catálogo realizado decía: “En las pinturas y dibujos de esta cámara de los horrores no hay forma de entrever qué tenían en sus mentes enfermas quienes empuñaron el pincel o el lápiz”.
La venganza fraguada por la enferma mente de la bestia olvidaba su pasión por el lienzo, muchas obras de esta exhibición de “arte degenerado” fueron ulteriormente quemadas, dando inicio al incremento de las represalias contra algunos creadores que Hitler culpaba del fracaso de su sueño de ser artista.
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