SERVICIO DE NOTICIAS en favor de la democracia participativa, el desarrollo humano, la paz, el medio ambiente y la cultura.- Santo Domingo, República Dominicana / Luis ORLANDO DIAZ Vólquez - OPINIÓN, NOTICIAS Y COMENTARIOS. Haciendo de la lucha contra la pobreza un apostolado templario./ email: guasabara.editor@gmail.com - http://www.facebook.com/GuasabaraLUISorlandoDIAZ - @GUASABARAeditor
domingo, 11 de julio de 2021
Presidente Luis Abinader encabeza almuerzo con productores agrícolas de Constanza | visitas crean unidad entre el Gobierno y los productores y un puente de conversación permanente para tener una solución inmediata ante cualquier problema que se presente
A ese ritmo es imposible / Por Tomás Aquino Méndez
EXPRESIONES
A ese ritmo es imposible
El presidente Luis Abinader ha prometido en tres oportunidades que Monte Grande, el Metro del Sur, será entregado en agosto. El director del INDHRI lo ha ratificado. Aunque sigo confiando en esas palabras, quiero decirle al presidente Abinader, que al ritmo que van los trabajos su promesa no será cumplida.
El miércoles 30 de junio, por ejemplo, no se movió una pala de arena en la obra. Los obreros se paralizaron reclamando el pago de salarios atrasados. Los ejecutivos, al no tener como responder ese reclamo, decidieron suspender los trabajos hasta el pasado lunes 5 de julio.
Otro hecho que mantiene los trabajaos a paso de hicotea, es que a los sindicatos que transportan el personal se les adeudan tres meses y estos no dan el cien por cien en sus labores.
Además, a los propietarios de las camionetas que mueven el personal interno, para llevarlo de un lugar a otro, por la distancia, tampoco les pagan, eso motivó que ese servicio se suspendiera.
Significa una reducción de personal y de trabajo porque el traslado de obreros de un punto a otro, de la gigantesca obra, no se hace a tiempo. Tomando en consideración estos inconvenientes, es MUY DIFICIL que el proyecto Monte Grande concluya en el 2022, como prometiera Abinader.
Otros presidentes han frustrado esas esperanzas al no cumplir. ¡¡Asuma Monte Grande, presidente!! porque a ese ritmo, no cumplirá su palabra de entregar el Metro del Sur a los hombres y mujeres que por años lo han esperado. Con esa obra acabarán las riadas que arrasan cosechas, viviendas, animales y vidas cada año.
Con Monte Grande tendremos agua potable permanente, mejor servicio energético, agua de regadío mejor distribuida, atracción turística y en fin, una transformación de nuestras vidas en ruta al desarrollo.
Listindiario.com
La Democracia en América en quiebre La Democracia en América en quiebre | Por Ángel Lockward @Angellockwardm
ENFOQUE
La Democracia en América en quiebre La Democracia en América en quiebre
Por Ángel Lockward
La Democracia en América es un conocido libro del francés Alexis Tocqueville escrito tras un recorrido por la naciente República de Los Estados Unidos, en donde, desde el inicio de su historia, todo se vota, desde el encargado de un edificio hasta el Presidente de la nación, de ahí tomamos el modelo de democracia presidencial, típico de este continente.
El sistema político del continente se vio – como sería natural – afectado del totalitarismo implementado a partir de la primera guerra mundial, inicialmente por Stalin, pero al que con variantes se sumaron Mussolini y luego Hitler y, que tras la segunda guerra mundial y, casi inmediata guerra fría, apuntaló a muchas de las dictaduras existentes en casi toda América Latina y, en algunos casos, dio lugar al surgimiento de otras como en el caso de Chile.
La Tercera Ola de democratización en América en medio del mejor momento, de las “internacionales”, especialmente la social democracia y la democracia cristiana, se inicia en República Dominicana en 1978 y podría decirse que culmina en Haití en 1986 con la salida de los Duvalier, entonces sólo en Cuba no había gobierno surgido de elecciones.
Cuando se cierra el siglo XX, la democracia es el sistema triunfante en todo el mundo y sus parámetros se convierten en políticas públicas, sobre todo en materia de derechos humanos. La Democracia se puso tan de moda que, quien no la practicaba, se maquillaba para lucir “demócrata” situación que con la caída del muro de Berlín, se consolidó.
Sin embargo, en el momento de apogeo, se empezaron a advertir grietas que algunos endilgaron a las políticas neoliberales aplicadas, que aparentemente, aumentaron las brechas sociales y económicas en el continente, algo que si bien puede ser un elemento, no parece constituir el principal problema puesto que en realidad en casi todos los países las condiciones de vida mejoraron notablemente para la mayoría de los ciudadanos.
Conviene repasar cómo la democracia trajo consigo un efecto migratorio del campo a la ciudad y, desde países pobres a los ricos, al tiempo que los medio de comunicación colocaron en estado de información a la mayor parte del planeta vendiendo a ojos sedientos un patrón cultural de consumo fuera del alcance de los estratos más bajos y, entonces, llego la globalización y de inmediato el internet pasó a ser parte esencial de la vida de todos conectándonos en tiempo real: Uno de sus efectos fue, descalabrar a los partidos políticos.
En los círculos académicos se llegó a definir a la democracia como un sistema de partidos políticos y, se estableció que ésta, no existe al margen de ellos: Algo cercano a la verdad.
Pero las organizaciones políticas – obtenida la igualdad de las personas, el voto de la mujer, la reducción de la jornada laboral, los derechos sindicales y de salud, participación en los dividendos de las empresas, etc.., - perdieron algunas de sus viejas banderas y dejaron de tener claros sus objetivos, excepto el de gobernar: Muchos incluso tildaron esto como el fin de las ideologías, lo que desde luego, es un error.
La interconectividad masiva trajo a las organizaciones un aliado que se convirtió en adversario, la red, pues a través de ella outsiders – gente ajena al sistema o contraria a él, anti partidos – montaron sus plataformas políticas y, hasta ganaron elecciones, como sucedió en Brasil con Bolsonaro y, en cierta medida en Estados Unidos, no obstante que Trump fue presentado por un partido tradicional del sistema.
Otro fenómeno a estudiar es que los líderes de izquierda que libraron guerras en contra de las dictaduras, también se convirtieron en dictadores, como Ortega en Nicaragua y otros, surgidos de elecciones, también, como Correa; aún no empiezan las investigaciones científicas sobre el caso Chávez, quien encontró débil el sistema de partidos de su país, lo destruyó y en su epopeya de venganza acabó con la economía y la sociedad venezolana dejando a cargo de la nación de Bolívar a su elegido hasta la fecha.
La gestión pública de la izquierda, cuando sustituyó a la derecha, fue de mala calidad excepto en unos escasos casos como el de Lula en Brasil, el Presidente más popular del mundo y de mayores logros – quien sin embargo – terminó preso. Argentina y Perú, son cantinfladas de Estado y, en Colombia, aunque sobreviven los partidos, llevan la rienda partidos nuevos formados por la salida de líderes que se alejaron de los liberales y conservadores.
Otro problema nuevo es que tradicionalmente se ha considerado – con razón – a la prensa como elemento básico del sistema de libertades y, hasta se dice de ella que es independiente – un soberano disparate -, empero lo cierto es que la información y libertad de opinión son esenciales y consustanciales al sistema político… y su influencia por efecto de las redes, sobre todo por la inmediatez de estas, se ha reducido mucho dejando el control a gente que alegremente, sin ningún cedazo y sin consecuencias, propaga rumores, chismes, mentiras, destruye personas, actuaciones y, en particular, al sistema político porque ejerce el control público del Gobierno sin responsabilidad.
La Democracia – aunque nunca se dice ni escribe – es un sistema político de igualdad que requiere de ciudadanos, de personas con sentido de sus deberes y derechos y, eso es lo que no tenemos; se requiere que a esos seres humanos se les dote de una educación y, ese es el eslabón débil de la cadena de formación ¿Alguien conoce algún país desarrollado en que su gente no esté educada y se comporte cívicamente?
Esta semana un hecho criminal sacudió al eslabón más débil del sistema político interamericano, Haití, una nación sacudida desde su nacimiento por una crisis eterna fruto de su matriz social y de los orígenes de su independencia: Asesinaron al Presidente Jouvenal Moisse mientras dormía en su residencia e hirieron gravemente a su esposa.
Consternados, el continente y el mundo, vuelven a mirar hacia la tierra de Toussaint … sin ninguna idea de solución porque enmascarados en un complejo democrático no desean admitir que la democracia requiere de condiciones para nacer y, estas, no se dan en esa República: Debemos tomarnos 20 años, formar dos generaciones para sembrar en ellas el germen de la democracia en ese territorio que no nació, como el resto, tras una revolución independentista, sino de una revuelta de esclavos.
https://listindiario.com/puntos-de-vista/2021/07/11/678878/la-democracia-en-america-en-quiebre
Historia de un magnicidio: las horas finales del presidente de Haití
ASESINATO JOVENEL MOÏSE
Historia de un magnicidio: las horas finales del presidente de Haití
Testigos, personal cercano al mandatario y fuentes oficiales reconstruyen para EL PAÍS el asesinato de Jovenel Moïse en su habitación y el saqueo de la residencia presidencial
Historia de un magnicidio: las horas finales del presidente de Haití
— LuisOrlando Díaz Vólquez (@GUASABARAeditor) July 11, 2021
Testigos, personal cercano al mandatario y fuentes oficiales reconstruyen para EL PAÍS el asesinato de Jovenel Moïse en su habitación y el saqueo de la residencia presidencialhttps://t.co/SaakdSYPda
JACOBO GARCÍA Puerto Príncipe, Haití - 11 JUL 2021 - 04:34 AST Policías y forenses buscan evidencias a las afueras de la residencia presidencial en Puerto Príncipe, Haití, tras el asesinato de Jovenel Moïse el 7 de julio. En vídeo, imágenes de los supuestos asaltantes el pasado miércoles.
VALERIE BAERISWYL / AFP | VÍDEO: EPV
A unos metros de la casa del presidente de Haití, Jovenel Moïse, un joven de 22 años, Eli Pledami, da vueltas en su camastro. Es miércoles 7 de julio, acaba de terminar el partido de la Copa América entre Colombia y Argentina y después de ver los penaltis no puede dormir. Hay muchos mosquitos tras algunos días de lluvia y tiene hambre.
Mientras Pledami da vueltas en la cama, un comando de 28 hombres blancos y armados avanza por Pelerin 5, una calle estrecha y asfaltada del barrio de Petion Ville, en uno de los cerros de Puerto Príncipe. Acaba de cerrar la ventana y solo escucha el ladrido de los perros en la espesa noche haitiana, más negra y profunda que ninguna otra, apenas iluminada por unas bombillas, cuando una voz con un megáfono irrumpe a gritos en la calle. “¡Esta es una operación de la DEA, no salga de casa. Repito, somos agentes de la DEA y si sale de casa recibirá un disparo!”, grita en inglés a los vecinos.
MÁS INFORMACIÓN
Los pocos valientes que se atreven a desobedecer graban agazapados con el teléfono móvil al comando: cinco vehículos, dos camionetas oscuras y tres pick up, que avanzan lentamente intercambiando instrucciones en inglés y en español. Caminan despacio, fuertemente armados y equipados con falsos chalecos de la agencia antidroga de Estados Unidos con las iniciales pintadas en amarillo.
Es la una de la mañana y el grupo pasa por delante de una pintada callejera en la que se lee “Team Jovenel” hasta una de las viviendas del lado derecho donde vive el presidente de Haití. Se trata de una construcción sencilla de una planta con entrada para vehículos y peatones, describe a EL PAÍS uno de sus colaboradores, acostumbrado a despachar en la vivienda. Normalmente la seguridad del presidente la forman unos diez hombres que a esas horas de la noche suelen estar dormitando o jugando con el teléfono. “Lo menos parecido a una escolta profesional”, explica.
Una vez en la puerta el grupo de sicarios se divide. Una parte se queda en el exterior vigilando a los guardias —que están siendo interrogados por su posible complicidad en el asesinato—, y otros diez tumban la puerta principal. Entran en la casa, avanzan por una sala, atraviesan un salón decorado con artesanías haitianas y siguen por el pasillo. En el camino encuentran a la criada, la amordazan y la encierran en una de las estancias. Los hombres siguen hasta la habitación del matrimonio Moïse y abren fuego a discreción.
“Comenzaron a oírse disparos sin parar, muchos. Parecía una guerra. Tenía tanto miedo que intenté meterme debajo de la cama”, recuerda a este periódico el asustado vecino. Consumado el crimen, el grupo comienza el saqueo: abre cajones, armarios y puertas de forma frenética buscando joyas y dinero. Siguiendo la escena, la hija del presidente, Jomarlie Moïse, escucha todo, pero ha logrado esconderse en el dormitorio de su hermano. En menos de media hora, a la 1.30, el comando abandona el lugar.
Cuando unas horas después, el juez Carl Henry Destin llega a la escena del crimen se encuentra al presidente fuera de la cama, con algunos huesos fracturados y pantalón de calle. Había intentado defenderse o tal vez salió mal el secuestro. “Estaba tirado con pantalón azul y una camiseta blanca manchada de sangre. Tenía la boca abierta y el ojo izquierdo sacado”, describió después el juez. El presidente Jovenel Moïse había recibido “un impacto de bala en la frente, dos en el pecho, tres en la cadera, uno en el abdomen…”, según el juez. En total, fueron 12 balazos de dos armas distintas, una pistola de 9 milímetros y otra de gran calibre. Junto a él, la primera dama, Martine Moïse, yace también ensangrentada después de recibir tiros en los brazos, en la mano y en el abdomen, pero aún está con vida. En menos de una hora, a las 2.30 de la madrugada, está en un helicóptero y una hora después aterriza en Miami, donde está ingresada y se mantiene estable, aunque en estado crítico. En la puerta del domicilio queda una lluvia de casquillos de 5,56 y 7,62 milímetros, constata el juez. Con los primeros rayos de luz la noticia corre de boca a boca y el tenso amanecer del miércoles vacía las calles de Puerto Príncipe, una ciudad que necesita el caos callejero como el oxígeno para sobrevivir.
El magnicidio da paso a una disparatada huida de los sicarios, sin pies ni cabeza. Haití es uno de los 15 países del mundo que, a cambio de dinero y ayudas, como mascarillas para la covid-19, mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán, prescindiendo de China. De los 28 sicarios que, según las autoridades, formaban el grupo, la mayoría colombianos, ocho eligen esa embajada para esconderse. La sede diplomática, a 2.000 metros cuesta abajo de la casa del presidente, está vacía, pero son delatados y capturados por la guardia de seguridad. Otros 11 se atrincheran en una vivienda cercana e intercambian durante horas disparos con la policía hasta que los agentes atacan por la parte trasera, matan a cuatro de ellos y detienen a otros siete, según testigos.
El jueves esa casa aparece carbonizada y frente a ella hay dos vehículos incendiados, evidencia de que el comando, formado por “sicarios profesionales altamente preparados”, o bien no preparó la huida o nada es como cuentan las autoridades. Otros dos colombianos más han estado a punto de ser linchados al grito de “mataron a nuestro presidente” mientras la turba zarandeaba los asustados sicarios. Los tres días de busca y captura terminan con siete mercenarios abatidos por la policía, 15 detenidos y otros seis huidos. El jueves, la policía presentó a los detenidos y exhibió las armas encontradas, sus pasaportes, el disco duro de la cámara de la casa y la chequera del presidente Moïse.
Colombia detalló después que los detenidos son exmilitares entre los que hay desde un teniente coronel a soldados rasos. La esposa de uno de los capturados, que se identificó como Yuli, dijo que su marido fue reclutado por una empresa de seguridad para viajar a República Dominicana el mes pasado. Según detalló a W Radio, Francisco Uribe fue contratado por 2.700 dólares mensuales por una empresa encargada de proteger a poderosas familias de República Dominicana. La última vez que habló con él, el miércoles a las diez de la noche, dijo que estaba de guardia en una casa donde él y otros se estaban quedando. “Al día siguiente me escribió un mensaje que sonó como una despedida”, dijo la mujer. “Estaban corriendo, habían sido atacados... Ese fue el último contacto que tuve “. Los dos haitianos de nacionalidad estadounidense declararon que solo servían de traductores para el grupo y que siempre creyeron que se trataba de secuestrar al presidente, pero no de matarlo.
Mientras tanto, en la calle, se cuece la sensación de que algo está a punto de pasar y que Haití se aboca al vacío de poder. El editorial del periódico Le Nouvelliste, el más antiguo del país, describía así el estado anímico de la nación más pobre de América: “Con la gravísima noticia, un manto de conmoción lo envolvió todo: personas, animales y cosas. Ni un sonido. Ni un llanto. Ni una lágrima. El clima no fue de expresiones fuertes ni dolor visible. Es el de un país que aguanta la respiración”.
https://elpais.com/internacional/2021-07-11/la-ultima-hora-del-presidente-de-haiti.html
Crónica B de los últimos días de Trump en la Casa Blanca
AMANDA MARS|Washington
Crónica B de los últimos días de Trump en la Casa Blanca
Una nueva hornada de libros sobre el final del mandato del republicano saca a la luz truculentos episodios sobre el asalto al Capitolio y las elecciones
Crónica B de los últimos días de Trump en la Casa Blanca
El 1 de diciembre de 2020, el entonces fiscal general de Estados Unidos, William Barr, entró en el comedor anexo al Despacho Oval de la Casa Blanca y se encontró con un Donald Trump enojado. Acababa de leer las declaraciones en las que, ese mismo día, Barr señalaba que no había hallado ninguna irregularidad en las elecciones capaces de alterar el resultado, que daba la victoria a Joe Biden.
-¿Tú has dicho eso?, preguntó el presidente republicano.
-Sí , respondió Barr.
-¿Cómo coño has podido hacerme esto? ¿Por qué lo has dicho?
-Porque es verdad.
-Tú debes odiar a Trump, debes odiar a Trump..., espetó el aún presidente, hablando de sí mismo en tercera persona.
Para entonces, el jefe de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, uno de las miembros más poderosos del partido, había estado rogando a Barr que diera un paso al frente y acallase los bulos de fraude electoral que el mandatario esparcía, pues convenía que los votantes tuviesen claro que Biden iba a ocupar la Casa Blanca y, como contrapeso, era necesario amarrar el control de la Cámara alta, que dependía de los dos escaños de Georgia aún por decidir. Pero ni McConnell ni otros republicanos podían enfadar a Trump mientras siguieran en juego esos dos puestos.
-Mira, necesitamos al presidente en Georgia, así que no podemos atacarlo frontalmente ahora mismo, pero tú estás en mejor posición para inyectar algo de realidad a esta situación. Eres de veras el único que puede hacerlo, dijo McConnell.
-Lo entiendo y lo haré en el momento apropiado -respondió Barr. Y ese momento llegó el 1 citado 1 de diciembre, cuando Trump leyó la entrevista que Barr había concedido a la agencia Associated Press.
Los diálogos, relatados por el propio William Barr al periodista Jonathan D. Karl, forman parte de Betrayal (Traición), un libro que el corresponsal jefe de la cadena ABC en Washington publicará el próximo noviembre y que cuenta las entretelas de esa última carrera desesperada del mandatario republicano por convencer de que le habían robado las elecciones. Sobre la misma temática versa Frankly, we did win this election: the inside story of how Trump lost (Francamente, nosotros ganamos estas elecciones. La historia privada de cómo Trump perdió), del reportero Michael C. Bender, de The Wall Street Journal, que sale a la venta el 13 de julio; igual que Landslide: The Final Days of the Trump Presidency (Por goleada, los últimos días de la presidencia de Trump), de Michael Wolff, para esa misma fecha.
Los tres títulos se enmarcan en una nueva oleada de libros que llegarán a las librerías entre este verano y el próximo otoño para dar cuenta del apoteosis final de una presidencia insólita, como I alone can fix it (Yo puedo arreglarlo solo), de los reporteros Carol Leoning y Philip Rucker, que sale una semana después. También el veterano Bob Woodward y Robert Costa están trabajando en uno conjunto; al igual que la periodista Maggie Haberman, de The New York Times; y de la revista New Yorker Susan Glasser, a cuatro manos con el periodista del Times Peter Baker, su esposo, entre otros muchos.
Genio y figura, Trump ha colaborado y concedido entrevistas a la mayor parte de autores (no es el caso de Woodward y Costa, después del enfado por el último libro del premio Pulitzer, Rabia), amante de los focos como es y consciente de la importancia de mantenerse en el candelero si de veras piensa proseguir su carrera política, ya que la expulsión de las redes sociales le ha borrado de primera línea. Aunque, también genio y figura, no ha tardado en arrepentirse al ver los primeros extractos de algunas de esas obras. Este viernes calificó de “total pérdida de tiempo” las reuniones mantenidas con los periodistas y calificó de “pura ficción” lo que ha trascendido hasta ahora.
El expresidente se ensañó especialmente con Michael C. Bender, el corresponsal de la Casa Blanca para The Wall Street Journal, al que calificó de “periodista de tercera”. La obra de Bender recoge momentos explosivos, como cuando durante una visita a Europa con motivo del centenario del fin de la Primera Guerra Mundial, Trump dijo supuestamente a su entonces jefe de gabinete, el general John Kelly: “Bueno, Hitler hizo muchas cosas buenas”. Kelly, que se quedó estupefacto, le estaba explicando cómo estaban formados los bandos en ese conflicto y explicándole los vínculos con la Segunda Guerra Mundial y las atrocidades del nazismo cuando el magnate neoyorquino se despachó con esa frase, que esta semana negó haber pronunciado.
Frankly, we did win this election también aborda las protestas y disturbios en las ciudades de Seattle y Portland el pasado verano, dentro de las movilizaciones contra el racismo que se produjeron en todo el país a raíz de la muerte del afroamericano George Floyd en un arresto policial. Según el libro, Trump pidió a sus altos mandos militares y de fuerza de de seguridad que fueran más violentos contra los manifestantes. “Denles palo”, “dispárenles”, llegó a decir en una reunión, según el trabajo de Bender. El jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, y el fiscal Barr, allí presentes le replicaron, y entonces pidió: “bueno, entonces dispárenles a la pierna, o a un pie”.
La victoria de Donald Trump dio para una ristra de libros; su mandato, para otros tantos; pero solo lo ocurrido el último año ya podría llenar la Biblioteca del Congreso, lo que explica esta fiebre editorial. El trabajo de los periodistas de The Washington Post Yasmeen Abutaleb y Damian Paletta Nightmare Scenario: Inside the Trump Administration’s Response to the Pandemic That Changed History (Una escenario de pesadilla: dentro de la respuesta de la Administración de Trump a la pandemia que cambió la historia) revela, por ejemplo, que el republicano estuvo mucho más enfermo de lo que trascendió, porque en ese 2020 en el que ocurrió todo no faltó ni la enfermedad por covid-19 del mismo presidente.
Michael Wolff, autor del famoso Fuego y furia sobre la Casa Blanca, publicado en 2018, incluye en estos últimos días de presidencia las horas frenéticas del 6 de enero, cuando una turba de seguidores de Trump asaltó el capitolio con el fin de torpedear la confirmación de la victoria electoral de Biden. Tras su discurso cargando a la tropa, el presidente aseguró que no se refería a una rebelión en “sentido literal” y se mostró preocupado por la violencia que veía por televisión: “Esto es terrible. ¿Quién es esta gente? Esta no es nuestra gente, mira cómo van vestidos estos idiotas. Parecen demócratas”.
Los miembros de la Casa Blanca de Trump también se han puesto manos a la obra a contar su memoria de este tiempo imborrable. Desde su yerno y asesor, Jared Kushner, hasta su también asesora Kellyanne Conway, o el vicepresidente, Mike Pence, han llegado a acuerdos para publicar libros, no sin una buena polémica mediante para las editoriales que lo han negociado, como es el caso de Simon & Schuster con el número dos del exmandatario. El propio Donald Trump ha dicho que está “escribiendo como un loco” sobre sus cuatro años de mandato. Será, promete, “el libro de todos los libros”.
https://elpais.com/internacional/2021-07-11/cronica-b-de-los-ultimos-dias-de-donald-trump-en-la-casa-blanca.html