Semanas antes de su fallecimiento en 1970, Gregorio Urbano Gilbert, cuyos restos serán trasladados al Panteón Nacional, confesó su decepción con los jóvenes con quienes trabajaba porque los acosaban como un viejo lento, que casi no servía.
Fue su única queja de la vida. El hombre que de jovencito al ver los atropellos que cometían los invasores norteamericanos en San Pedro de Macorís en 1916, le echó manos a un revólver y enfrentó al batallón comandado por el capitán C. H. Burton.
Gilbert no era hijo de burgueses ni de la élite de la ciudad oriental, pero el coraje que le ocasionó la presencia de los invasores de los Estados Unidos, lo hizo levantarse solo contra lo que estimó que era una ignominia contra el pequeño país que no esperaba esa desgracia.
En la entrevista que le hice para el periódico Ultima Hora, Gilbert contó toda aquella epopeya que estaba ya situada aunque en pocos párrafos en la historia dominicana, porque durante la mayor parte de su vida las voces contra los invasores fueron asordinadas.
Gilbert había nacido en Puerto Plata el 25 de mayo de 1898 y falleció en Santo Domingo el 29 de noviembre de 1970. Al momento de la entrevista vivía junto a su esposa en una casa de la calle Palo Hincado, en Ciudad Nueva, al parecer ya retirado por su edad.
En ese momento se le veía fuerte. Una contextura de trabajador toda la vida que hizo músculo y que solo desaparecerían con su muerte. Era de hablar pausado, educado y mencionó que le agradecía al doctor Emilio Cordero Michel, historiador y patriota distinguido. “Los compañeros más jóvenes allá en la panadería me desprecian por viejo. No tengo la fuerza que ellos tienen. Yo la tuve y por eso otros me recuerdan. Les digo que algún día serán viejos como yo”, afirmó Gilbert no sin un dejo de melancolía y dolor.
Al lado su esposa durante la entrevista, Gilbert mencionó una que otra vez al doctor Cordero Michel, de una familia reconocida de La Vega, algunos de cuyos miembros se enfrentaron a Trujillo. Al parecer su hazaña pasó desapercibida por la intelectualidad.
En aquella entrevista él no hizo tanto hincapié en su hazaña propiamente dicha, ni en su recorrido por varios países del vecindario caribeño. Sí tenía los recuerdos de su lucha al lado del comandante César Sandino, que combatió la intervención norteamericana en Nicaragua.
Con solo 17 años
Con solo 17 años Gregorio Urbano Gilbert mató con un revólver al capitán Burton, algo que no fue perdonado por los invasores que lo persiguieron por todo San Pedro de Macorís. En esa época a los que se levantaron en armas en la región Este les llamaron “gavilleros”.
El dominicano no solamente se fue en bandolera tras matar al marine sino que eludió las persecuciones que se desataron en su contra y en la búsqueda de otros compueblanos que también se alzaron. Gilbert, dice la historia, escapó bajo una lluvia de balas, pero fue capturado.
Ya libre cuando Gilbert supo que Augusto César Sandino, llamado “general de hombres libres”, se había alzado contra la intervención norteamericana en Nicaragua, donde buscaban pillar la riqueza minera y agrícola, viajó a ese país y se puso a las órdenes del comandante.
Sandino comenzó su lucha en el campo contra los invasores y al ocurrir bombardeos por parte de la aviación invasora, la constituyó en una lucha patriótica que unió a los hombres del campo contra el gobierno del presidente Sacasa y luego de Anastasio Somoza García.
Los libros de Gilbert sobre la intervención norteamericana de 1916-1924 y su lucha al lado de Sandino fueron escritos ya a su retorno a Santo Domingo tras la desbandada de la guerrilla de Nicaragua y el asesinato del general Sandino.
Recordó Gilbert que en la lucha contra la intervención norteamericana en Nicaragua 1927-1934, se utilizó por primera vez en Centroamérica la aviación, para atacar los pueblos que se habían levantado en la guerrilla y que tenían algunas armas de fuego y machetes.
Gilbert ignorado
Antes de que fuera promulgado el decreto 08-21 del actual presidente, Luis Abinader, que ordena el traslado de los restos de Gilbert al Panteón Nacional, el patriota vivió en una memoria olvidada. Su nombre fue relevado por Cordero Michel y el doctor Roberto Cassá. Cuando se publicó Encarta Africana en su primera edición hace ya 40 años, revisé quiénes de la diáspora dominicana estaban. Encontré únicamente a Olivorio Mateo, un místico y ocultista de San Juan de la Maguana, que combatió a los invasores norteamericanos 1916-1924.
Igual que Gilbert, Olivorio Mateo, Papá Liborio, otro que se levantó en armas cuando los soldados invasores de 1915 llegaron a las lomas de San Juan de la Maguana, es reconocido en la Encarta como “ocultista, líder mesiánico y revolucionario”. En la República Dominicana nunca se ha destacado el último perfil, no ha sido muy estudiado excepto por la doctora Lucitania Martínez y colaboradores para poner en buena perspectiva de ese campesino que asumió un liderazgo regional en armas.
La investigadora se enfoca más en los mellizos de Palma Sola, que establecieron en San Juan un culto derivado de la herencia de Olivorio Mateo y que fueron exterminados cuando se enfrentaron al Ejército Nacional tras una extensa campaña mediática en contra, en 1962.
Se cree que en esa matanza perdieron la vida hasta 600 personas, entre ellos el general Rodríguez Reyes, uno de los oficiales más preparados que quedó en el Ejército tras la muerte de Trujillo. Se especuló siempre que había sido enviado a una especie de “ratonera”.
Ahora que la República Dominicana se apresta a honrar a Gilbert, sin que la mayoría del país, especialmente la juventud sepa quién fue y qué hizo, se recuerda que Haití honró hace años a Charlemagne Peralte el “caco” que se levantó en el norte de Haití contra la primera intervención 1915-1935.
Peralte, nacido en Hinche, en la frontera con la República Dominicana, llegó a reunir hasta varios cientos de hombres con armas y machetes, propugnó por un gobierno en Cabo Haitiano y en un momento marchó sin éxito a Puerto Príncipe con una columna de guerrilleros.
Como Olivorio Mateo fue traicionado por uno de los suyos que le entregaron la información de su santo y seña a los norteamericanos que ocuparon todo Haití. Fue abatido y su cuerpo, como el Mateo puesto en una parihuela y fotografiado.
La fotografía, que ilustra el artículo de Encarta Africana se le llamó Charlemagne Peralte crucificado, un lienzo elaborado originalmente por el insigne pintor indigenista de Haití, Philomé Obim. Cuando visité a Obim en su attelier del Cabo en 1984 y le hablé de esa foto, ya anciano y octogenario, me dijo “y usted conoce mi otra pintura”. Entonces me mostró la de Peralte con su madre que lo buscó por todas partes tras recibir la noticia de que lo habían matado y que un pintor capois lo había pintado. Era Peralte con la dolorosa enlutada.