No he leído aún el libro, pero dadas las muchas ocasiones que en este espacio he tratado el tema de la desigualdad, no me aguanté las ganas de compartir con mis queridos lectores la parte medular de una crónica que me encontré en el diario El País, en relación con un libro publicado recientemente por los economistas Emmanuel Saez y Gabriel Zucman titulado The Triumph of Injustice: How the Rich Dodge Taxes and How to Make Them Pay.
En él, describen cómo es que desde 1913 los individuos de diferentes niveles de ingreso hacen frente a los impuestos. Concluyen que tanto la evasión fiscal, como las reducciones al impuesto sobre propiedades y las reducciones al impuesto sobre la renta han favorecido a los más ricos de la sociedad estadunidense. Este esquema de beneficios fiscales hacia los más ricos se acentuó aún más con el plan fiscal del presidente Donald Trump de reducir el ISR corporativo a 21%.
Según el New York Times, el libro describe que por primera vez en la historia, los 400 estadunidenses más ricos pagaron una tasa impositiva total más baja que cualquier otro grupo de ingresos en 2018. La tasa impositiva general de estos hogares fue de 23%, una reducción significativa respecto al 70% de impuestos que enfrentaban en 1950 y del 47% en 1980. Los impuestos a los hogares de clase media y pobres también han disminuido, pero éstos enfrentaron una tasa agregada de 24% en 2018 (respecto al 23% de los más ricos), como resultado de los aumentos sobre nómina que ahora financian Medicare.
Así, la clave del estudio consiste en demostrar, a través de un gran volumen de datos, que las reducciones a los impuestos benefician más a los ciudadanos más ricos. A mediados del siglo XX, el sistema fiscal estadunidense evolucionó a uno de los sistemas más progresistas del mundo, con una tasa impositiva agregada de impuestos federales y estatales de 91% sobre las ganancias de capital en algunos estados y una tasa de impuestos corporativos superior al 50%.
Sin embargo, hacia la segunda mitad del siglo XX, se crearon políticas para reducir la tasa impositiva a nivel local y federal, con la esperanza de estimular la economía, aunque éstas sólo tuvieron un impacto reducido en el crecimiento del PIB. Adicionalmente, el libro busca cuestionar el supuesto general de política económica en el que se basaron estas acciones, señalando que el efecto de la reducción de impuestos sobre el crecimiento es mínimo frente a los efectos distributivos.
Los autores son profesores de economía en Berkeley; Sáez ha ganado el premio que se otorga al mejor economista académico de menos de 40 años y ha colaborado con Thomas Piketty para proponer una reforma fiscal global más progresista. Zucman, con un número de Bloomberg dedicado a su trabajo, se ha especializado en el análisis de grandes volúmenes de datos fiscales que la campaña de Bernie Sanders utilizó para sus propuestas.
En una entrevista para El País, Zucman señala que «la desigualdad no es un resultado inevitable de la globalización y la tecnología». A través de políticas de educación y desarrollo adecuadas, se puede reducir la desigualdad con mayor efectividad que con la reducción de impuestos. Sin embargo, las políticas públicas de educación y desarrollo social requieren recursos provenientes de los impuestos, y hoy en día, las propuestas de reducción de la carga impositiva, usadas con fines populistas, han eliminado los recursos destinados a estos bienes públicos. Un nivel de impuestos más altos para los más ricos podría ser la solución a este problema, pero es necesario un acuerdo global para que este mecanismo surta efecto.
Esto, dado que la riqueza es un bien trasferible y no depende de un solo país diseñar impuestos. Así, es necesario coordinar las reglas fiscales de forma internacional y presionar a los paraísos fiscales. Con datos del Banco Internacional de Pagos, Zucman calculó que 8% de la riqueza mundial se encuentra en estos paraísos fiscales. Para intentar resolver este problema, los estadunidenses tienen ya la regla que obliga a sus ciudadanos a tributar en EUA sin importar dónde esté su residencia.
En su libro, como recomendación de política, Saez y Zucman argumentan que «las sociedades pueden elegir el nivel de progresividad fiscal que quieran», por lo que es posible regresar a los niveles impositivos de décadas pasadas. La propuesta del libro consiste en crear una tasa general de 60% a la riqueza para el 1% más rico. Esto generaría recursos de alrededor de 750 mil millones de dólares al año, equivalentes al 4% del PIB estadunidense. Asimismo, introducen la idea de un impuesto corporativo global mínimo de al menos el 25% para las empresas con ganancias en Estados Unidos, sin importar su ubicación geográfica. Ya que, actualmente, el 0.1% de los contribuyentes controla el 20% de la riqueza de Estados Unidos, la proporción más alta desde 1929.
Otra razón para comentar este tema, es llamar la atención sobre el próximo proceso electoral de los EUA, en donde, a mi parecer, el tema de los impuestos y la lucha contra la desigualdad ocuparán un lugar preponderante, dadas las políticas de Donald Trump. Al respecto, es interesante notar que la precandidata demócrata Elizabeth Warren tiene a Zucman como asesor y ha incorporado algunas de estas recomendaciones en sus propuestas. Paul Krugman, en su columna en el New York Times, examina la propuesta de Warren para crear un impuesto anual del 2% sobre el patrimonio de los hogares que superen los 50 millones de dólares, y de 3% para los que superen los mil millones. Así, este impuesto afectaría sólo a 75 mil hogares, pero generaría ingresos por 2.75 billones de dólares durante la próxima década. ¡Habrá que estar atentos!
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